Sé que esto probablemente no se entienda, pero tampoco tenía ganas de dar explicaciones en mi trabajo y he preferido hacerlo así. 

Estuve casi un año con una depresión que, entre otras cosas, me hizo ganar mucho peso. La medicación y los antidepresivos fueron muy potentes y me desajustaron entera, también tuve muchos atracones y apenas salía de casa ni hacía ejercicio. 

Fue algo que saltó a la vista de todo el mundo, me hicieron varios comentarios e incluso me llegaron a preguntar varias veces si estaba embarazada. Eso me causó muchos problemas con mi cuerpo, que no ayudaron en mi recuperación. 

Cuando ya estuve algo mejor, vi que me iba a costar mucho recuperar mi figura y cada vez que me miraba al espejo, solo podía recordar los malos momentos que pasé. Tuve claro que necesitaba deshacerme lo antes posible de todo ese peso y ese cuerpo que no reconocía, así que me fui a pedir presupuestos para una lipoescultura. 

Más allá del dinero, lo que me preocupaba era el tiempo de reposo, el tiempo que tienes que estar con la faja y como iba a encajar esto después de la baja que había tenido por la depresión. Me debían vacaciones y pensé en pedir permiso para juntarlas todas y estar casi un mes fuera, teniendo más tiempo para recuperarme. 

Antes de la operación, tal y como te recomiendan, empecé a comer más sano y a hacer ejercicio, para intentar perder unos kilos. En el trabajo lo notaron y me animaron, subí algunas fotos haciendo ejercicio y en general, todo el mundo parecía estar al tanto de que estaba perdiendo peso. Le pedí a mi jefa juntar las vacaciones para acabar de levantar cabeza y así no tener que pedir otra baja y, no sé si por buena gente o porque pensó que si no tendría lío si me volvía a dar de baja, aceptó. 

Cuadré el principio de mis vacaciones con la operación y no os engañaré, los primeros días fueron muy dolorosos. Tomaba analgésicos, pero moverse era un infierno. Estaba muy hinchada y algo tan sencillo como ir al lavabo, era un mundo. A la semana ya empecé a sentirme mejor y a los quince días, aunque aun estaba muy inflamada, ya podía hacer vida normal. 

Sentía algunas partes del cuerpo como de corcho, adormiladas, pero me dijeron que era normal y que eso tardaría unos meses en recuperarse. En otras tenía moratones muy extensos que, por suerte, quedaban bajo la ropa. Estaba tan feliz de verme de nuevo como me recordaba antes del peor momento de mi vida, que todo aquello no me importó. 

Cuando llegó el momento de volver al trabajo, me entró bastante ansiedad. Tenía miedo a que alguien se diera cuenta. Sé que podría haberlo dicho y que no habría problema, pero no podía evitar sentirme juzgada y a la vez, tener la sensación de derrota, de que había vuelto a sucumbir a mi cabeza, que era débil y no podía ni aceptar mi cuerpo ni llevar a cabo todo el proceso de manera natural para volver a tenerlo en forma. No quería dar explicaciones a todo el mundo, prefería dejar que pensasen que lo había perdido yo y no preocuparme más. 

También estaba el hecho de que le pedí a mi jefa estas vacaciones para poder recuperarme mejor mentalmente, si se enteraba de que me había operado quizás tenía problemas. 

Llegó el momento y la primera semana, elegí ropa que no se ceñía mucho. Solo un par de personas comentaron que se me veía más estilizada, pero nada escandaloso ni fuera de lo normal. Me preguntaron por mis vacaciones y les dije que me había ido a un retiro sin teléfono para dejar de estar estresada y hacer talleres. 

Después coincidió con que me corté mucho el pelo y las miradas y la sensación de verme diferente se fue hacia allí. A todo esto, yo me seguía medicando, haciéndome mis masajes linfáticos y llevando mi faja. Todo procurando que nadie se diera cuenta, hasta que, pasado el tiempo, ya empecé a llevar la ropa que me quedaba más ceñida. 

En ese momento sí que hubo personas que me hicieron comentarios muy sorprendidos, les dije que solo me estaba cuidando y ya no me dijeron nada más. 

Nadie sospechó de mis vacaciones y mi jefa nunca se enteró. 

Quizás lo veáis una tontería, pero todo sería mucho más fácil si las personas no hicieran comentarios sobre los cuerpos ajenos y nos metieran esas ideas en la cabeza. Tanto si engordas como si adelgazas. En mi caso había un problema mental y lo intenté afrontar como pude, ahora estoy yendo a terapia y cuidando mucho mi cuerpo y mi alimentación.

Me miro en el espejo y me veo bien, me reconozco. No veo a la chica deprimida que ganó tantos kilos y que no era capaz de cuidarse o quererse.

 

Anónimo

Envía tus movidas a [email protected]