Hola Jack.
Cuánto siento que no hayas podido nacer, pequeño.
Acabo de leer el escrito de tu madre en el que cuenta al mundo lo que ha ocurrido y en el que nos habla de ti, su tercer hijo, porque, aunque ya he visto alguna noticia en medios en los que se refieren a ti como ‘el que hubiera sido su tercer hijo’, yo sé que lo ERES.
No te vayas pensando que ibas a ser y no fuiste, por favor.
Tu madre llevaba semanas sintiéndote en su interior, incluso antes de poder notar tus pequeños movimientos, te sentía, era plenamente consciente de tu presencia. Tu madre te ha cuidado todo lo que ha podido, te ha hablado, te ha dado su fuerza, se ha puesto en las manos de la medicina y se ha dejado hacer todo lo necesario para que tu nacimiento fuese posible.
Hoy está rota de dolor en un hospital, llorando una pérdida que le ha dejado una herida que, al contrario de las de su cuerpo ahora maltrecho, nunca sanará.
Claro que se repondrá y volverá a ser feliz, pero no se va a olvidar de ti. Te recordará en los aniversarios de este día y serán algo así como los cumpleaños que debiste celebrar. Imaginará cómo sería la vida contigo en casa, cómo sería tu cuarto, si te daría por subirte a los árboles o más bien por pintar y jugar sentado, cómo te llevarías con tus hermanos…
No lo dudes, en tu familia ahora hay uno más, uno que no sale en las fotos.
Ojalá esto no ocurriera, pero ocurre, así que tratemos de aprender y tratar como se merece al aborto y la muerte perinatal. Máximo cuidado cuando hablemos con las mujeres que los sufren, no restemos importancia a su dolor.
Jack, no lo sabes, pero estás ayudando a visibilizar y a comprender un trance por el que tantas y tantas familias pasan y que tus padres han compartido con el mundo al que no has podido venir.
Te doy las gracias y me despido ya.
Hasta siempre, Jack.
Gonzalo.
Cristian.
A todos esos niños que, como decía Nacho Cano en una de sus canciones, les pusimos tanto amor que fueron directamente al cielo.