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Hace muchos años conocí a un chico y una chica en un cumpleaños. Si bien la chica era  simpática, acabé teniendo mayor trato con el chico. Siendo menor de edad estaba convencido de que los hombres eran mejor compañía que las mujeres: más divertidos, más interesantes y con más cosas en común. De una forma u otra, aquella chica aun causándome una buena impresión quedó relegada a un segundo plano. Era una persona más de los muchos invitados a cenar. 

Algunas semanas después, acompañada del cumpleañero decidió venir a mi pueblo. Tanto ella como yo no teníamos más amistades que un puñado de personas. Todavía preguntándome como se atrevió a volver después de oír tantas tonterías en aquella fiesta la recibí con los brazos abiertos: tímido, pero con una sonrisa en la cara, tal como era y tal como soy ahora.

Aparte de simpática, hecho que ya saltaba a la vista, era despierta y refrescante; motivo por el que no tardó en hacerse indispensable en todos mis planes. A día de hoy puedo confirmar que es la única persona a quien puedo escuchar durante horas sin perder el interés y con la que más me he divertido nunca. Como no podía ser de otra forma no tardó en convertirse en mi mejor amiga, alguien con quien nunca quedé a solas pero siempre quise tener cerca. ¿Por qué no lo hice? Quizás por no creerme suficiente. 

Habiendo hablado de la infancia, el futuro o la muerte podíamos hablar incluso del amor. Siendo fieles a nuestras tardes de terraza y de paseo, los juegos de mesa y los planes sencillos era muy difícil conocer gente nueva. 

Y vino Facebook, y Badoo y Shakn…¡Y nada! Paisajes bonitos pero completamente vacíos, conversaciones aburridas, falta de ambiciones e incluso alguna que quiso cambiarme para que ganara puntos. ¡Yo no tengo que cambiar por nadie! Con su melena oscura y sus enormes ojos castaños ella ya era más interesante sin necesidad de abrir la boca. 

Tanto ella como yo acabamos coincidiendo en Adopta un tío: yo mandándola hechizos y ella rechazándolos. No tardó en descubrir que lo pasaríamos mejor si fingíamos ser pareja. Ni ella estaba interesado en mí, ni yo en ella; pero… ¿tú no escribirías a una chica que dice coleccionar mecheros? ¡Tiene que ser interesante!  Con el paso del tiempo acepté que no quería eso para mí y las visitas a esas aplicaciones cayeron hasta desaparecer. Siempre he querido algo sincero y una buena historia que contar…¡Y es esta que estoy terminando!

Como es lógico, ocho años después aquel cumpleaños no tendría a los mismos invitados. Algunos tomaron nuevos caminos y todos tuvimos tiempo de evolucionar. Aun habiendo crecido como personas tanto ella como yo estábamos más unidos que nunca. Los viajes de trabajo, compromisos familiares y la diferencia de ideas provocaron que hace dos veranos compartiéramos más tiempo solos que en los seis años anteriores. A finales del verano tuvimos el valor de llamar amor a lo que ya hace tiempo no era amistad. Años de escuchar y preocuparse por el otro, de sorprenderse con detalles, de sentir malestar al tener citas con otras personas y de pensar en el otro con él y en su ausencia. 

Dicen que salir de la zona de amigos es imposible. Quién sabe cuánto tiempo estuvimos realmente ahí. Cada septiembre recordaremos cómo empezó todo, con una gymkana con tarjetas para dar al fin el paso. Si resolvía la mayoría de pistas correctamente sería yo quien lo hiciera, estando obligada ella a hacerlo en caso contrario. Aunque se saltara mis normas, tendrá una nueva oportunidad cada aniversario de devolverme el favor. De momento van dos gymkanas y pronto será la tercera. 

Una última cosa. Si vais a un cumpleaños hablad a la chica, al chico y tirad de la cuerda. Tened paciencia y cread oportunidades. Nunca sabréis que podréis encontrar. 

Por  tu chispa, tu cariño y tu corazón. Por cada cana, cada estría y cada kilo de los años que pasemos juntos. Han pasado ya diez años y parece que fue ayer. Te quiero. 

G.N

 

Participante de El Concurso del verano