Parece que últimamente en todos los realities tiene que haber un machirulo. Y en el de La Caja Fuerte hay al menos dos. Labrador e Iván. Pero Iván se ha llevado el gran título de señoro repugnante.

Desde el inicio del reality ya empezó intentando negar a Oriana (cosa que por una parte entiendo porque a mí también me daría vergüencita hasta ser  su vecina. Pero para ella tengo otro post). En seguida se le vio que no era porque fuera ella si no porque él es así, va de sobradito.

A los pocos días de empezar el programa ya quedó retratado cuando sus compañeros dijeron que les había dicho en un tono jocoso que “le había tenido que dar un rabazo a Oriana para calmarla”. Una frase de gran educación y respeto para la persona con la que representa que tiene una relación.

– Mira Oriana, que tú no eres mi novia. – Vale tío, me tengo que cortas las puntas entonces.

Pero es que aunque no tuviera una relación con ella, aunque fuese un rollo de una noche. Nadie y menos en televisión se refiere así a una persona con la que ha tenido sexo. Y menos en todo chulesco y orgulloso de lo que ha dicho. Luego lo negó y quedó ahí la duda de si había sido verdad o no. Aunque por sus actitudes  y su forma de ser se podía creer perfectamente.

Hasta que el pasado domingo su “novia” que también tiene una «pedrá» como diría mi abuela, dijo sentirse rechazada por él porque ella no quería hablar de otra compañera si no follar, y a él no le apetecía. Todo de una finura y un glamour insuperable.

Y aquí el señoro se destapó, viendo su masculinidad pisoteada por ella. Y en un intento absolutamente fallido de defensa dijo textualmente que él era un empotrador, que practicaba sexo a diario. Peroooooooooooooo… que su novia no era una tía de las que se ligaba en la discoteca y empotraba contra una columna. Que su novia era otra cosa.

¡¡Que yo no digo rabazo, que soy mu educao!!

Hablando con total desprecio de las mujeres que según él se liga. Cosificándolas como si estuvieran allí para satisfacerle. Y dejándolas como simples objetos. Vamos que le faltó decir: “Y cuando acabo les hago que se arrodillen y me den las gracias por el polvo de tres minutos en el que no se corren”.

Y se quedó el chico tan orgulloso. Y creyendo que así había dejado claro ante todo el país que él siempre tiene ganas de sexo, que su aparato sexual está en pie 24/7 (quizás por eso no le llega sangre al cerebro), que es un machote y que a nadie le quede ninguna duda.

Y de los que no nos quedó duda es del nivel de patetismo de su argumento. Vergüenza ajena era poco al escuchar cada palabra que salía de su boca.

¿Desde cuando la masculinidad de un tío se mide por las veces que tiene sexo? ¿Si un día no le apetece ya no es un macho? ¡Y su forma de defenderse es gritar a los cuatro vientos que es un empotrador!

Ya os digo yo, que soy experta en bolso de marca y empotradores, que este es un empotrador de imitación, igual que los bolsos de Louis Vuitton de los manteros. Cariño, que todo el mundo los lleva pero que todos sabemos que no hay tanta gente que pueda pagar 1500 pavos por un bolso de diario. Pues con Iván lo mismo. Que se lo colgarán muchas mujeres pero porque las pobres lo habrán confundido con un verdadero. Pero cuando lo abren se dan cuenta que eso es una imtación baratuna.

Dame un columna de discoteca y verás lo que hago.

¡Que los empotradores de verdad no se lo llaman a ellos mismos! Que eso es de primero de empotrador, Iván, cari. Que faltaste a esa clase porque estarías haciéndote fotos en el baño de tu casa.

Aunque lo que me parece más vergonzoso es que una parte de la juventud a la que este señoro representa siga siendo tan retrógrada y tan machista en los años que estamos. Y que mujeres con la información que tenemos hoy en día se acerquen a menos de dos metros de distancia a este tipo de personajes. Que como ya he dicho en varios post, amigas, si ninguna se reproduce con ellos al final se extinguen. Es la única forma de verdad. Hacedme caso aunque solo sea en esto.