¿Qué pasará?, ¿Cómo pasará?, ¿Cuándo pasará?.

Y así, sin darte cuenta, entras en un bucle en el que tu cabeza circula superando todos los límites de velocidad establecidos.

En algún momento decide frenar en seco y te da tiempo a preguntarle: “¿Por qué?, ¿Por qué no me dejas en velocidad crucero y disfrutar de las vistas?, ¿Por qué tienes que ir a pasos agigantados cuando solo consiguen que tropiece una y otra vez?.”

Pero cuando se dispone a responder ya vuelve a circular demasiado deprisa. Echándote la culpa. Porque te culpas de todos los escenarios que se puedan presentar. Y en el fondo sabes que muchos son meras hipótesis que nunca se llegan a cumplir. Pero tu cabeza decide ponerse en cada situación posible para que ninguna le pille por sorpresa.

Cuando tu mente trabaja por encima de sus posibilidades y de las tuyas. Ahí es cuando entras en un laberinto sin salida.

Y quizás es hora de aceptar ayuda de alguien. Y no pasa nada. Debemos darnos cuenta de que no somos máquinas perfectas, que puede que a veces necesitemos el apoyo de alguien para salir a flote, y más cuando se trata de nuestra cabeza.

No hablamos ya de grandes momentos difíciles, sino te estar tan tranquila tomándote un café y no poder dejar de pensar en otra situación que nos atenaza. Le damos vueltas y vueltas pensando en lo que puede pasar y así no estamos disfrutando de nuestro café, solo estamos pasando un mal rato dejando volar nuestra imaginación.

Nos preocupamos por cosas que no sabemos si llegarán a suceder, pero nos resulta inevitable. Nos ponemos en las situaciones más catastróficas posibles, te imaginas el peor resultado sin saber con certeza qué es lo que va a ocurrir, cuando lo más probable es que cuando llegue el momento no suceda ni la mitad de lo que imaginamos. Aún así, lo sentimos y lo vivimos de forma innegable, de forma real.

La situación que nos imaginamos es un mundo, lo que podría pasar es un continente, y lo que pasa finalmente es un país del tamaño de Andorra. Así suele suceder en cuestión de magnitudes.

Lo cierto es que se trata de una estrategia que tiene nuestro querido amigo el cerebro. Le echamos la culpa de hacernos sentir así, pero solo trata de darnos las herramientas y prepararnos para una supuesta situación futura que contemplamos como un peligro.

Ahora te toca a ti saber cómo manejar la situación. Analizar las posibilidades, las soluciones y convivir con ellas y sus resultados.

Lo que nos queda claro es que el sufrimiento que nos causa la ansiedad es real, tan real como un golpe en el coxis que te deja sin aliento.
Pero lo que finalmente ocurrirá y lo que te imaginas no lo es. No podemos ver el futuro (a excepción del Maestro Joao por supuesto, faltaría más).

¿Que es difícil? Si.
¿Que se puede trabajar sobre ello? También.

Cuando te encuentres en un momento de previsión catastrófica piensa siempre:
“Si te preocupas antes de tiempo, se joderá tu momento”.

Pues puede que este llegue y no sea todo aquello que imaginaste, incluso puede que sea maravilloso.

Como dice un proverbio chino (o de dónde sea, de Pinterest mismo): “Si un problema tiene solución, no hace falta preocuparse. Si no tiene solución, preocuparse no sirve de nada.”

En la vida todo tiene solución, y una vez que tengamos que buscarla hagámoslo, pero no antes de tiempo.

Marta Freire