Lo que os voy a contar no podría escribirlo en ningún otro sitio que no sea WeLoversize. Primero porque me moriría de vergüenza, y segundo porque sé que solo aquí me entenderéis cuando os cuente una de las experiencias más surrealistas de mi vida.

Al protagonista de esta historia le conocí en un bar de fiesta con mis amigas. Me entró a mi de entre todas mis amigas, viendo de pleno mi esplendorosa talla 48  y sin ir especialmente borracho. Añado estos detalles para que entendáis el poco sentido de lo que sucedió a los pocos días….

Nos liamos esa noche y volvimos a quedar unas cuantas veces esa semana. Ninguno de los dos tenía casa disponible, así que nos limitábamos a tomar unas cañas y despedirnos con unos cuantos besos, en cada encuentro más pasionales.

Por fin un fin de semana mis padres se fueron al pueblo y le invité a ver una peli a casa. Vamos, la excusa de manual para poder echar un polvo después de tanto magreo de quinceañero. Por supuesto no vimos ninguna película, nada más recibirle se me abalanzó y fuimos directos a mi habitación con un calentón considerable.

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No sé, igual se pensó que mi condición de gorda no afectaba por igual a mi coño, el caso es que cuando me bajó las bragas se me quedó mirando fijamente y con los ojos como platos. Cualquiera diría que no había visto un chumino en su vida (quizás era eso), y antes de que pudiera preguntarle que qué le pasaba, se levantó y empezó a vestirse.

En mi vida he pasado tanta vergüenza, os lo prometo. En ese momento tuve que aguantarme las lágrimas, no entendía por qué estaba haciéndome eso pero intuía que no era por nada bueno. No tendría que haber preguntado, pero no pude evitarlo. Necesitaba saber por qué hace 3 minutos era todo pasión y ahora estaba subiéndose la cremallera de la cazadora para irse a su casa.

Reconozco que esperaba algo malo, pero lo que soltó por aquella boca nunca lo habría imaginado:

‘Lo siento – me dijo – me ha dado bajona verte ahí eso tan… blandito. Me ha dado grima, no puedo hacerlo, es mejor que me vaya’.

Entiendo que por ESO se refería a mi pubis, y que acababa de darse cuenta de que las gordas, ¡SORPRESA!, también tienen el coño gordo. 

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Ahora me río, pero reconozco que me puse a llorar como una loca en el momento en el que cerró la puerta para largarse. Me hizo sentir fea, sucia, poco deseable, deforme y un sinfín de mierdas más. No se llo había contado a nadie hasta el día de hoy porque me aterraba lo que mis amigas pudieran pensar de mi. Quizás ellas tampoco sabían de la existencia de los chichis blanditos y también se horrorizaban, ¿no?

Pero sé que vosotras me entenderéis, y que tampoco os sorprenderá que nunca volviera a saber nada más de semejante mamarracho. Yo no le escribí, él a mi tampoco. Pero hace unos días me lo volví a encontrar en el mismo bar, y os juro que me faltó el canto de un duro para pillar el micro del DJ y empezar a gritarle ‘CHOCHOFOBICO’ delante de sus colegas. Finalmente me decanté por algo todavía mejor: vi como ligaba con una tía, con la que casualmente ‘coincidí’ en el baño y a la que aproveché para contar mi experiencia con el ‘caballero’. ¿Os imagináis como acaba la historia? Pues que si yo no follo, él tampoco :)

Anónimo.