El otro día empecé a leer un libro que comenzó a chirriarme en la página diecinueve. ¿Por qué? Pues porque la protagonista es la tía perfecta. Tiene un trabajo estupendo en el que gana un porrón de pasta, un piso en el centro de una gran ciudad. Un cuerpo con curvas, pero equilibrado y estupendo. Una mujer que, después de trabajar doce horas al día, tiene tiempo (y ganas) de comer ensaladas y hacer deporte. Tiene una seguridad pasmosa en ella misma. Porque a ella, y a su autoestima, no la jode nadie. No llora ni pide ayuda. No necesita a nadie para absolutamente nada. Ella sola se basta y se sirve. No se permite llorar para no demostrar que es débil. Y esto es una tónica habitual en el cine y literatura modernos. Pues yo, señoras, no me identifico en absoluto. Yo soy una mujer fuerte, o al menos creo que lo soy, pero no soy perfecta. A veces tengo que llamar a mi madre porque no me sale la receta de las croquetas. Y no, yo no soy capaz de trabajar doce horas como una bestia e irme a correr la San Silvestre vallecana.

Esta sí soy yo después del trabajo.

Una mujer fuerte también tiene derecho a tener debilidades.

Otro ejemplo. El otro día, viendo una peli, me encontré con que la protagonista era una mujer policía. En este caso, una supermujer que era experta en todo. De un codazo, se cargó a un señor que medía metro y medio más que ella. También era una experta informática y rechazaba de plano cualquier ayuda que procediera de un señor. Que dios me libre siquiera de insinuar que ninguna mujer necesita ayuda masculina en general, vaya por delante. Pero a mí me da la impresión de que, con tanto demostrar que nos valemos solas para todo, nos están quitando el derecho de tener debilidades. Yo, como cualquier persona, tengo miedos, frustraciones y sentimientos.

Y no conozco a ningún ser humano sobre la faz de la tierra capaz que sea cinturón negro en artes marciales, hacker internacional, experto en armas, que hable mil idiomas… Salvo James Bond, y no me parece que sea tampoco buen ejemplo a seguir. En una época en la que la lucha feminista es más importante que nunca, es más que evidente que hay una lupa sobre cualquier personaje femenino. Una lupa que busca cualquier tipo de debilidad para poder echárnosla en cara. Y no es justo. Por eso, yo lo tengo claro. Si tengo que elegir a una superheroína, yo me quedo con Jessica Jones. Porque tiene genio, mal humor… Pero no le tose nadie. Y puede con lo que le da la gana, y con cualquier cosa que se le ponga por delante. Aunque refunfuñe. Ni Wonderwoman, ni . La Jessy.

Decía una compañera en este artículo que las mujeres no hemos venido al mundo para ser nuestras propias enemigas. Por eso, está en nuestra mano crear -y compartir- personajes femeninos fuertes, pero reales. Rompamos las lupas que nos señalan, y hagámonos con los cristales unas gafas de color violeta.

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