La obsesión de la pediatra de mi hija por su peso

 

Acabé harta. Y sí, sé que la solución hubiese sido “cambiar de pediatra”, pero vivo en un pueblo pequeño y el próximo centro de salud está a 50 kilómetros. Para según qué asuntos, me monto en el coche sin pensármelo, pero tema revisión y vacunas suelo quedarme en el ambulatorio de la Seguridad Social que me corresponde. 

Mi hija nació prematura, por lo que el peso ha sido una de las grandes obsesiones de cualquier médico que la ha tratado. Comprensible durante los primeros meses, pero es que ya han pasado 3 años desde su nacimiento y seguimos con la misma cantinela, con su consecuente machaque psicológico para mí como madre. 

La niña está muy delgada 

Y la culpa es mía por practicar el Baby Lead Weaning. Con la etapa de la alimentación complementaria, en mi familia optamos por el BLW para la introducción de alimentos. Estábamos felices de ver a la niña descubrir cada ingrediente a su ritmo: plátano, aguacate, brócoli… No comía mucho, pero seguíamos con la leche; de esta manera no nos obsesionamos con las cantidades. 

Que si estoy loca, dice la pediatra. Que esas “modernidades” solo generan niños desnutridos y que no puedo jugar así con la salud de mi hija. 

Fue semejante la reprimenda que me convenció de darle triturado. Mal, mal por mí. Tenía que haber seguido mi instinto, pero me asustó, me hizo sentir culpable y dejé el BLW para alguna que otra cena. 

La niña está muy gorda

Pasamos al otro extremo. La niña sube de peso y la culpa es mía por darle purés. Leche con avena en el desayuno, crema de verduras (con pollo o pescado) en el almuerzo, papilla de frutas para merendar y BLW en la cena. 

Que si pretendo cebar a la niña para comérmela en Navidades, dice la pediatra. Que como se me ocurre darle tanto de comer, que la he convertido en una “niña gorda más” y que le voy a generar problemas de crecimiento. Apuntar que pasamos del percentil 25 al 75, yo no veía el drama. Mi hija seguía siendo una niña activa, cargada de vitalidad.

Me frustré muchísimo. Sentí que era una madre de mierda, incapaz de hacer nada bien por el bienestar de su hija. 

Revisiones de peso cada mes

Entramos en el ciclo sinfín de las revisiones de peso cada mes. Pasábamos de gorda a delgada, de criticar por criticar, logrando que mis ovarios cada vez estuviesen más hinchados. Me tenía hasta las narices. Los consejos que me daba de un mes para el otro eran contradictorios y si la niña subía o bajaba peso era siempre mi culpa. 

 

Pero, si la lleva el padre, todo perfecto 

Hastiada, le pedí a mi marido que la llevase él a una de las revisiones. Se tuvo que pedir el día en el curro, ya que el horario de la pediatra en nuestro pueblo es muy limitado. 

“Padre implicado, maravilloso”, a él no le dijo nada. La niña estaba perfecta, él hacía lo que podía en la crianza. A mí me machacaba y a él le aplaudía por los mismos resultados en la balanza. ¿Entendéis algo? Porque yo no. 

¿Qué decidimos? Pasar. Dejamos de ir a las revisiones de peso, mientras viésemos a la niña bien. Consideramos que era importante dar ejemplo a nuestra hija y no obsesionarnos por el número que dictase una pesa. Ella está bien, está sana. ¿Qué más da? Me castigo por haber caído en la trampa de la pediatra, pero espero ser capaz de enmendar el error y demostrarle a mi hija que es perfecta al margen de los kilos.  

Anónimo

 

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