Dicen que un amigo es un tesoro, pero mi “mejor amiga” resultó ser más bien un regalo envenenado. Os voy a contar por qué:

Conocía a esta amiga desde que éramos unas crías. Habíamos ido juntas al colegio, y después al instituto. Cuando empezamos la uni cada una estudió en una facultad, pero seguíamos siendo uña y carne. De estas amigas que pasan más rato en casa de la otra que en la propia. 

Con 20 añitos conocí a un chico que estudiaba alguna asignatura de la carrera conmigo y empezamos a salir. Por supuesto, le presenté a mi grupo de amigas, entre la que estaba esta chica. Al principio, todo iba con normalidad. Cuando llevaba un par de años con mi chico vi cosas que me hicieron sospechar un poquito, pero no quería parecer la típica novia paranoica y lo fui dejando pasar. 

¿Qué es lo que vi? Por ejemplo, que cuando mi novio y yo quedábamos con mi grupo de amigas mi mejor amiga y mi chico se ponían en una conversación paralela y parecía que estaban solos. También veía miradas que no eran simplemente de llevarse bien, si no de complicidad especial, etc.

Como os comentaba, intenté no darle demasiada importancia porque me sabía mal que el hecho de que mi pareja y mi amiga se llevaran guay, me sentara regular. Cualquier persona se alegraría de eso. 

Os juro que no quería ser tóxica, hasta que vi lo que vi. Una tarde salí de casa de mi abuela y volviendo hacia mi piso vi una cara conocida en una terraza de una cafetería. Era mi amiga. Me fui acercando a saludarla, vi que estaba acompañada de un chico, pero lo tenía de espaldas y no veía quien era. De repente se levantó para acercarse a la barra y vi que era mi novio.

Vale, ahí supe que no, que la relación que tenían no era normal. Ni mucho menos eran colegas para irse solos por ahí, y que ninguno de los dos me hubiera comentado nada, me olió a chamusquina total. Por suerte no me habían visto todavía, y me fui de ahí sintiéndome la tía más pardilla del planeta y con un disgusto del copón.

Al día siguiente mi disgusto se convirtió en rabia, llamé a ambos por separado y quedé con ellos en el mismo lugar y a la misma hora. Cuando llegó el momento, estaba esperándoles y se sorprendieron mucho al ver que estábamos los tres. En su cara noté lo que luego me confirmaron. Les dije que el día anterior los había visto a los dos, en un bar. No me lo negaron y me confirmaron que llevaban un mes quedando solos porque se habían dado cuenta de que sentían algo el uno por el otro.

Jamás me había sentido tan traicionada. Las dos personas que en ese momento consideraba mis almas gemelas, me la habían jugado y me habían ocultado algo tan importante. Pero creedme cuando os digo que la traición por parte de mi amiga fue como un puñal en medio del pecho. Ella había sido mi compañera de vida desde la infancia, mi confidente y mi todo. Desde entonces no puedo confiar en otra persona como lo hice con ella. Parejas puede haber muchas, pero amigos de verdad, pocos.

Anónimo

Envía tus movidas a [email protected]