Dicen que tu perspectiva como madre cambia por completo cuando llega la etapa escolar. Es algo así como si todo lo que habías vivido con tu retoño hasta entonces fuese solo un entrenamiento. El colegio, con sus madrugones, sus responsabilidades, sus vivencias… lo cambia absolutamente todo. Y es que, encima, esa criaturita que hasta ahora era tu tierno bebé de pronto parece haberse convertido ya un ser independiente que tiene mucho más que decir de lo que tú creías.

Y como no podía ser de otra manera, el bendito cole también nos deja – sobre todo a las primerizas – un buen puñado de cagadas antológicas. De esas que recuerdas toda la vida y que no sabes bien si contar o no al resto del mundo. Que de todo se aprende, eso está claro, pero muchas casi preferiríamos que la lección llegase en forma de consejo y no de un ‘tierra trágame‘ de manual.

¿CÓMO SE LLAMABA LA ‘PROFE’?

Desde el primer día de la reunión con la tutora tuve claro que la maestra de mi hija se llamaba Loli. Me pasé día tras día, dejando a mi hija en la clase y dándole los buenos días a la ‘profe Loli’ muy educadamente. Mi peque de vez en cuando me hablaba de otra profesora, de nombre Carolina, pero yo no le daba importancia ya que imaginaba que sería de otra clase. Cual fue mi sorpresa cuando ya en diciembre nos entregaron el parte de notas y vi que venía firmado por su tutora, la profe Carolina. No me preguntéis de dónde saqué yo lo de Loli, a día de hoy todavía me lo pregunto.

LA BOTELLITA POR SI TE DA SED

Una tarde mi madre me regaló una mini botella de ginebra para que la probase. Después nos fuimos al parque con la peque y así pasó la jornada. Al día siguiente metí con prisa (para variar) su mandilón y su merienda en la mochila y nos fuimos directas al cole. Ese mediodía, al ir a buscarla, su profesora me pidió que esperase un segundo ya que necesitaba hablar conmigo. Entramos en la clase e imaginaros mi cara cuando vi la botellita de ginebra sobre la mesa de la profesora. Por suerte estaba precintada y la cosa no llegó a más, pero yo quería morirme allí mismo.

EL DÍA DE LA ‘NO-PAZ’

Primer año de cole de mi hijo. Era enero y hacía unos días nos habían enviado una circular informando de que todo el colegio celebraría el ‘Día de la Paz’. Yo la verdad no sabía muy bien de qué iba el tema, así que aquel día lo vestí normal y al cole que se fue. Pasadas unas semanas la tutora nos dio a cada mamá las fotos de la celebración. Quise que la tierra me tragase cuando vi a todos los niños con camiseta blanca mientras el mío llevaba su buena camiseta negra que, además, versaba: ‘Born to kill‘ (nacido para matar). Fue un día maravilloso.

YO DE MAYOR QUIERO SER…

Mi hijo pequeño llegó aquel día a casa diciendo que para el día siguiente debía ir disfrazado de lo que él quisiera. Yo no entendía muy bien el motivo, pero me lo dijo tan seguro que directamente bajé al chino a ver qué podía encontrar. Como no era época de disfraces, no había mucho donde elegir, así que compré su trajecillo de presidiario con bola incluida. Ya al día siguiente cuando lo voy a buscar lo veo salir con cara de pocos amigos y su disfraz a rayas. Se acerca a mí y muy indignado me dice: ‘¡Mamá! Teníamos que venir de lo que quisiésemos ser de mayores…‘ El mundo se me quedó pequeño para esconderme, de veras.

LAS PRISAS NO SON BUENAS

El no escuchar el despertador es casi un clásico en mi casa. Aquella mañana teníamos apenas diez minutos para desayuno-aseo-vestirse. Le dejé a mi hija de cuatro añitos el uniforme sobre la cama y le pedí que se vistiera mientras yo preparaba los almuerzos. Los llevé a todos al cole y, ya de vuelta a casa, veo las braguitas de mi hija sobre la cama. No os imagináis lo vergonzoso que fue explicarle a la profe de la niña que yo había vuelto para ponerle las bragas a la peque, que iba sin ellas. Terrible.

NIÑO, CÓMETE EL YOGURT (SI PUEDES)

A mí los embarazos me afectan terriblemente al coco. Se me empiezan a cruzar los cables y pierdo la memoria por completo. Hace un par de años estaba embarazada de ocho meses de mi segundo hijo, el mayor había empezado el cole hacía poquito, y yo cada mañana le metía su almuerzo en la mochila. Ese día tocaba lácteo, así que guardé su yogurt y envolví una cucharilla en papel de aluminio para que se lo tomara en la clase. Por la tarde, al volver a casa, vacié la mochila y no me lo podía creer: había envuelto un tenedor en lugar de una cuchara. No me quise ni imaginar cómo se comió el pobre el yogurt, aunque seguro que se cagó en mí un par de veces. Criaturita.

BIEN DE CAFEÍNA

Mi hija me veía cada mañana prepararme mi termo de café para la oficina, así que un día me preguntó si ella también podría tener uno para llevar al cole. Le compré uno muy chulo y cada mañana al servirme yo mi café a ella se lo ponía de leche templadita. No sé qué carajos se me pasó a mí aquella mañana por la cabeza, seguramente las prisas, el estrés… pero después de dejarla en el cole e irme al trabajo, le di un sorbo al café y noté que era únicamente leche. Faltó poco para que me diera un parraque. Llamé al colegio sin pensármelo dos veces y les pedí que no la dejaran beber del termo. Lo peor fue que ya lo había probado y la muy diablilla lió una buena porque el café le molaba más que la simple leche.

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Fotografía de portada