Soy ingeniera informática. Y soy una ingeniera informática mediocre.
Soy buena en mi trabajo. El jefe me pide que haga algo y lo hago. A veces cometo fallos.
Otras veces aporto ideas que encantan a los clientes. Otras veces nos ha tocado echar horas por un error mío. Los clientes me han felicitado en varias ocasiones. Mis compañeros a veces cometen fallos. Otras veces tienen ideas que encantan a los clientes. Otras veces nos ha tocado hacer horas extras por un error de otro. Y otras veces los clientes les han felicitado. Es decir, no es que sea mala haciendo mi trabajo, simplemente no destaco por encima de mis compañeros.
Desde que empecé la carrera he sentido sobre mis hombros una presión silenciosa que me ha hecho replantearme varias veces cambiar de profesión. No es algo que se diga directamente, pero si que se espera de nosotras.
El hecho de elegir una carrera “de hombres” crea las falsas expectativas sobre nosotras de que estamos por encima de la media. De que estudiamos una ingeniería porque somos unas “cracks” en ello. Pretenden de nosotras que lleguemos a primero con tantos conocimientos que nos sacaremos la carrera con matrículas. 
Y si no eres una crack, se espera que te esfuerces el doble. Que te pases horas y horas dedicándote a ello. Una mujer ingeniera con conocimientos sobre la media no pega. Una mujer ingeniera debe estar por encima.
Siento decepcionaros, pero casi ninguna de las ingenieras que conozco está muy por encima de la media. Las hay mejores y las hay peores. Como los hay entre nuestros compañeros varones.
Conozco a una ingeniera que sí está por encima de la media. Ella tiene más valor que el resto. Tiene más valor como mujer, no como ingeniera. Su valor es que ha logrado sobresalir en un mundo de hombres. Da igual que haya conseguido un premio de Google. Lo que más recalcarán de ella es que es una mujer en una profesión donde la mayoría son hombres.
El resto somos ingenieras mediocres, no porque seamos malas en nuestros trabajo, sino porque no superamos a todos los compañeros varones.
¿Sabéis que os digo? Que me encanta la mediocridad. Me iguala a mis compañeros de profesión. Seguramente jamás invente algo tan genial como Apple. Ni me llamarán para trabajar en google. Tampoco programaré el software que cambie el mundo. Pero, ¿sabéis qué?, la mayoría de ingenieros hombres tampoco lo harán.

Maite Pérez