Tengo amigas que dicen mega convencidas que ellas ‘no creen en las apps de ligar’. Sí, como si las aplicaciones para conocer gente no fueran una herramienta para ponernos las cosas más fáciles, sino algo así como un truco de mago barato en el que creer, o no creer.

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Algunas ni siquiera las han usado, por lo que hablan desde el desconocimiento  y por lo tanto su opinión es cuanto menos infundada. Y luego están las que sí las han usado, pero como a ellas no les ha ido bien, pierden la fe y pasan a denominarlas ‘una pérdida de tiempo’.

Eso me ha hecho plantearme una reflexión bastante necesaria en los tiempos que corren, y es que me da la sensación de que mucha gente cree que las redes sociales para ligar o conocer gente van a hacer su trabajo de forma mágica sin que nosotros, los que las usamos, tengamos que poner de nuestra parte.

Pues va a ser que no.

Esto es como pretender encontrar el amor por la calle sin levantar la mirada del suelo. Para que nos miren, hay que mirar. Hay que estar abierto al amor, hay que interaccionar. HAY QUE ARRIESGAR.

Tener una buena actitud es la clave de todo en la vida, y por supuesto también en el mundo del ligoteo. Cuando te bajas una app para conocer gente tienes que estar preparado para todo, y sí, también para los rechazos. Tienes que estar preparado para tener citas de mierda, para que te guste alguien y no ser correspondido. Para que no te guste alguien y pasarlo mal porque no sabes cómo decírselo sin hacerle daño.

Relacionarnos entre nosotros es lo que tiene, pero es que sin riesgo no hay éxito.

Si no te ha ido bien en las apps de ligar quizás es que has tenido mala suerte. Quizás eres de los que esperan que les hablen pero ellos jamás comienzan una conversación. Quizás es que crees que todo tiene que surgir por arte de magia sin que tú tengas que mover un dedo.

Las aplicaciones son una herramienta más para conocer gente, el fruto que den dependerá de cómo las uses y las ganas que tengas de trabajar y apostar por encontrar el amor.

Venga coño, deja de quejarte y de regodearte en tus propios miedos. Date otra oportunidad.

Melissa Fernández