No sorprenderé a nadie si digo que todes hemos sufrido algún contratiempo en plena faena, cosas que han hecho bajar la temperatura hasta -100º y la libido hasta el mismísimo infierno. 

Las relaciones sexuales son apasionantes, y nunca mejor dicho. Te lo puedes estar pasando cojonudamente y, de repente, sentirte como pollo sin cabeza, cubo de rubik sin terminar o plato de pasta sin parmesano por encima. No. Me niego. Un plato de pasta no puede ir sin queso por encima. ¡Sacrilegio!

Como sexperta de mi casa, te vengo a contar alguna de estas situaciones en las que te quedas con cara de estar recordando tu pasado en la guerra en Vietnam.

 HAGO “GAS” Y APAREZCO A TU LADO

Te sientes la diosa del sexo, no hay persona sobre la faz de la tierra que te haga sombra. Cada curva tuya es un camino que recorrer con la lengua y cada centímetro de la piel de tu pareja, un mundo por descubrir. Y te pones a ello, lo das todo.

Besitos por aquí, magreo por allá… Y llega la hora del sexo oral, con precaución siempre, por cierto. Estás ahí dándole que te pego, escuchando a tu pareja sexual disfrutar de lo lindo cuando un sonido, más que conocido por cualquiera, llega a tus oídos… y a tu nariz.

El momento pasional entre las sábanas se derrumba; y tus ganas de seguir degustando su entrepierna, también.

“PLAS” AQUÍ Y “PLAS” ALLÁ, MAQUÍLLATE, MAQUÍLLATE

Para aquellas personas que, como yo, tenemos un buen pandero y bonitas curvas que decoran nuestro cuerpo, no todas las posturas sexuales son adecuadas. Pero hay una muy recurrida y placentera: ¡el perrito! ¿A que razón no me falta?

Todo es alegría y alboroto en esa postura hasta que los gemidos suben, la velocidad se acelera y todo en nuestro cuerpo, incluidas nuestras carnes, se agitan con sabrosura… y ruido, porque seguro que en plena excitación tú también has escuchado un “plas” que no era del cuerpo de la otra persona contra el tuyo, sino el de nuestra barriga contra nuestros muslos. Sé que debería aceptarlo pero he de reconocer que alguna vez me ha dado vergüencita. 

 

NO CONTROLES MIS PELILLOS; NO CONTROLES, MIS PELILLOS… ¡NO!

Digo yo, ¿qué le costará a la gente hacerse una coleta antes de ponerse al tema? Porque lo de chupar el cabello lo podemos dejar a los niñes con pelo largo que se aburren en clase. Espero no ser la única que lo hacía. Por favor, decidme que no era la única.

Cuando hablo de pelos no me refiero a nada que haya que afeitar, donde hay pelo hay alegría, pero no podéis negarme lo incómodo que es tener a alguien sobre nosotros en plena sexsión, y estar comiéndonos los pelos de su cabeza con cada vaivén. 

Usad coleta, por favor, vuestra pareja os lo agradecerá y podrá centrarse en el placer mutuo y no en sus ganas de pillar una peladora y dejaros la cabeza como una bola de billar.

 

IN YOUR HEAD, IN YOUR HEAD, TONTO A LAS TRES

Todo lo dicho queda en una minucia cuando ocurre esto, porque si hay algo que corte el rollo durante el sexo y te quite las ganas de volver a bajarte la ropa interior (al menos, con esa pareja), es el egoísmo sexual.

En sus cabezas suena perfecto, piensan: nos tocamos las dos, pero mayoritariamente tú a mí. Y claro, así la libido nos dice “chao, chao, pescao” y se va a mejor vida. Reciprocidad, amigues, reciprocidad; que luego pasa lo que pasa.

Cuando llegan al orgasmo, porque el fin en sus cabezas parece que sea que solo ellos se corran, se acabó lo que se daba. Y si te has quedado con las ganas, te jorobas.

 ¡Oye, que los demás también queremos placer!

 

¿Qué otros momentos o situaciones cortarrollos has vivido? ¿Cuál ha sido tu follodrama de Vietnam? ¡No te cortes y comparte, que compartir es vivir! Pero tened en cuenta una cosa, aunque todo esto pase y nos corte el rollo, siempre podemos darle la vuelta a las situaciones y tomarlo con gracia. ¿Qué sería de nosotras sin las risas?

Menos la última. La última no hace ni pizca de gracia.

 

Lunera Cascabelera