Os juro que cuando me quedé soltera pensé “joder, qué bien, me voy a comer el mundo”. Llevaba 5 años con mi ex y leía religiosamente todos los follodramas, sexperiencias e hilos del foro guarros que publicaba WeLoversize. Después analizaba mi monótona vida sexual y envidiaba en secreto a las protagonistas de estas historias. Como siempre, la realidad resulta decepcionante.

De todos los especímenes que he conocido por el camino hay tres que me maravillan y aterrorizan a partes iguales:

  • Los que van de aliados feministas hasta que colapsan y sueltan alguna machirulada. Never forget al informático que se puso a explicarme cosas sobre medicina, mi profesión, porque había leído un artículo en la Muy Interesante sobre el tema. Su actitud paternalista me cortó el rollo y las ganas de vivir.
  • Los no-te-puto-pilles. Es decir, el típico tío duro que te dice que no quiere nada serio y tú estás de acuerdo, pero acaba pillándose y cabreándose contigo.
  • Los que comen el coño como si en vez de lengua tuviesen una almeja pocha. Hoy vengo a hablar de ellos.

Resultado de imagen de tongue

¿Qué significa tener una almeja pocha en vez de lengua?, os preguntaréis. Pues sacar todo el filete, ponerlo en el coño de una tía (a veces directamente lo ponen en la uretra pensándose que es el clítoris, pero ese es otro cantar), y dejarlo ahí quieto. Tal vez piensan que por arte de magia nos vamos a correr, pero no. Sin movimiento no hay orgasmo.

Si eres un señor almeja y me estás leyendo ahora mismo, quiero hacerte una pregunta. ¿Alguna vez una tía se ha corrido mientras le comías el coño? Si la respuesta es sí, fingió. Lo siento muchísimo pero es que no se me ocurre alguna explicación. O fingió u os mintió por las risas y por sembrar el caos diciendo que eso daba placer.

Entre que me coma el coño un señor almeja y ponerme una pechuga de pollo en todo el coñamen, me quedo con la segunda opción. Al fin y al cabo la pechuga la tiras directamente a la basura, pero al señor almeja le tienes que pedir amablemente que se pire de tu casa o si eres una valiente decirle que no te mola como te come el coño. Ahí llega la mejor parte: la indignación.

Puedes tener todo el tacto del mundo que el señor almeja se cabreará. “¿Estás diciendo que no sé comer un coño? ¡Pues tú no sabes comer una polla!”. Y en ese momento cortocircuitas un poco y te preguntas qué le viste para meterle en tu cama.

No tiene movilidad en la lengua, no tiene neuronas y no tiene sangre en las venas. Por eso yo lanzo un llamamiento: que las lenguas muertas sigan siendo el latín, el griego y el sanscrito, porque como aparezca otro señor almeja en mi vida me meto a monja.