Crecer es despertarte en el sofá porque ya no hay nadie que te lleve a la cama en brazos. Es darte cuenta de que jamás serás astronauta. Es hacer una copia de seguridad en el ordenador cada semana porque ya has perdido mucho en la vida. Es tener resacas que duran un mes. Es marcarte un Chenoa en chándal porque ahora sudas de todo y de todos. Es llorar frente a los escaparates porque tu dinero pertenece a Mercadona en vez de a Inditex. En definitiva, hacerte mayor es una mierda, sobre todo cuando tienes que reconocer que tu madre tenía razón.

Las madres son guerreras curtidas en mil batallas, su arma es la zapatilla y su lema es «el día menos pensado me voy de casa y a ver que hacéis sin mí». Ellas no necesitan argumentos, con un «¿Por qué? Pues porque soy tu madre» consiguen lo que quieren. Tampoco están acostumbradas a pedir perdón, prefieren decir: «pero si me ha dolido más a mí que a ti». Eso sí, no te confundas, las madres también se acojonan. Temen a las alturas: «no te asomes a la ventana a ver si te caes». Temen a las escaleras: «no bajes a oscuras a ver si te tropiezas». Temen a los catarros: «abrígate bien por dios no vayas a ponerte mala». Temen a los mensajeros: «pero no abras a nadie, ni aunque sea el cartero comercial». Temen a los coches: «tú vete despacito y llámame cuando llegues». Y en el fondo hay algo que pesa más que su miedo, y son sus ganas de decir «te lo dije» cuando no les hacemos ni puto caso.

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Mamás del mundo, guardaos eso de «cuando tengas un hijo me darás la razón», porque no nos hace falta un bombo para reconocer que habéis ganado está guerra.

  • «Abrígate bien que esta época es muy mala para los catarros.»

— Esto… No me he puesto mala por salir de noche con mi pelazo mojado… Me lo ha pegado una amiga.

— Bueno… No me voy a poner las medias gordas porque no quedan bien con el vestido. Sé que estas son un poco finas pero voy divina. Achíiiiiiiiis.

— Mamáaaaa, cómprame Frenadol y guarda bajo llave la cazadora de ante para que no me la vuelva a poner hasta primavera.

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  • «No te pases con los cubatas que luego te sienta mal el alcohol.»

En mi casa tenemos una tradición muy bonita. Yo me emborracho a base de champán el día de nochevieja y mis familiares se turnan para sujetarme el pelo. Vale, solo pasó una vez pero fue tan traumático que mi madre me lo sigue recordando.

Mi dinámica familiar es sencilla. Si llego borracha a casa mi madre me despierta a las ocho de la mañana con música de Juan Pardo a todo volumen. ¿Efectivo? Sí. ¿Cruel? También.

  • «No hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti.»

Si buscas en el diccionario la palabra “compasión”, encontrarás una foto de tu madre. Da igual que el hijo de *#@Σ!% de tu novio te haya puesto los cuernos con la cacho *#@Σ!% de tu mejor amiga, para tu progenitora no hay mayor desprecio que no hacer aprecio. Aunque en el momento tengas ganas de matar y marcarte un Ylenia fumigando a los susodichos con el Cucal hasta que se ahoguen entre terribles sufrimientos, ella tiene razón. Es mejor pasar de los dramas como de comer mierda y no concederles ni un minutito de gloria, y además quedas como una señora bien, señora fetén.

Menos mal que tengo la paciencia de la santa señora que me parió, porque si llego a heredar la mala hostia de mi padre veríais a mis vecinos en la tele diciendo «parecía una buena chica, siempre saludaba».

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  • «Hagas lo que hagas ponte bragas.»

Debo confesar que tengo una mala costumbre que lleva a mi madre por la calle de la amargura, y es que no me gusta usar calcetines. Suelo ponerme zapatillas y no soy muy fan de que se me vea un cacho de tela blanca saliendo del pie, así que me pasé toda la adolescencia con los pies descalzos hasta que aparecieron los pinkis en el mercadillo. En los gélidos meses de invierno mentía a mi madre como una bellaca diciéndole que llevaba medias trasparentes, pero ella es más lista que el hambre y conocía mis caras de trola. «Como un día tengas que ir a urgencias y te vean sin calcetines ya verás que gracia la cara que se te queda y el olor que saldrá de ahí», y como el destino es así de cabrón la profecía de mi madre se cumplió. Me hice un esguince muy bonito y tuve que ir a urgencias, y al quitarme las zapatillas pasé más vergüenza que el día en que Rosa perdió Eurovisión. Por suerte nunca he tenido un accidente en mi zona ecuatorial, así que cruzo los dedos para que mis bragas de Garfield permanezcan en la intimidad durante muchos muchos muchos años.

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  • «Baja la música que te vas a quedar sorda.»

— Marina, asdrhgeugheakehufeig.

— ¿Quéeeeee?

— Que afjebeuwegginegnegie.

— ¡Que no te oigoooo!

— Jodnuegbeugeugebge.

— Espera, que voy.

— ¡Ya nada!

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  • «No me gustaba para ti, no era buena influencia.»

Eso está muy bien mamá, pero podías haberme dicho que mi primer novio era un jeta y un psicópata antes de que me pasase aguantando sus mierdas durante dos años.

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Hay que quererlas.
  • «Termínate el potaje que hay personas que no tienen para comer.»

Tienes que independizarte para entender el rechazo que siente una madre al tirar la comida. El primer filete de pollo caducado en la basura te marca de por vida. En ese momento maduras y comprendes que la comida pocha es una parte esencial de tu hogar, esos son los pequeños detalles que Ikea no saca en sus anuncios. No estás solo amigo, siempre tendrás a la loncha de queso con un poquito de moho “que se corta y no pasa na’”, al tomate medio desecho que habita en el fondo del frigorífico esperando a formar parte de una ensalada, al yogur rancio que parece la corrida de un tío con una ETS pero que es ideal para un batido, y al pan duro de hace un mes que sirve para triturarlo y rebozar o para abrirle la cabeza a un ladrón. Lo importante es que aquí no se tira nada.

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  • «¿Tú te crees que soy un banco?»

Descripción: frase de madre con un 100% de eficacia cuando alguien quiere pedirte dinero y no tienes ni para pipas.

Modo de empleo: tras ser víctima de una petición de dinero pronuncia con claridad la frase. Si imitas la cara de Clint Eastwood aumentará el éxito. Ejemplo:

— Venga, que te toca a ti invitar a esta caña.

— Pero bueno, ¿tú te crees que soy un banco?

Efectos secundarios: ganarte la fama de “amigo rata”.

Contraindicaciones: no usar esta frase si la otra persona es una madre o es experto en el lenguaje de madre. Ejemplo:

— Venga, que te toca a ti invitar a esta caña.

— Pero bueno, ¿tú te crees que soy un banco?

— No me hagas levantar ehhhh.

— Es que no sé dónde he dejado la cartera.

— A qué voy yo y la encuentro.

— No te lo tomes a mal, es que estoy ahorrando para comprarme una moto.

— ¿Qué moto ni que mota?

— Bueno venga… que te invito.

— ¿Tanto te costaba hacerlo desde el principio? Si en el fondo me lo vas a agradecer.

La vida no viene con manual de instrucciones, por eso tenemos una madre que lo sabe todo… Y si las cosas salen mal «tú sigue llorando y verás cómo te doy una razón para que lo hagas de verdad».