Ojo a esta columna de Beatriz Miranda en El Mundo.

En un intento de ser una hater irónica y graciosa sin éxito alguno (quiero creer que era lo que pretendía porque si no es que no me lo explico), Beatriz Miranda ha escrito un artículo lleno de rabia hacia dos colectivos que a ella le molestan profundamente, los gordos y los homosexuales. Muy bien señora, pues ya ha dejado clara su opinión retrógrada, que ni era necesaria, ni nos importa a los demás tres pimientos. Pero quizás es que no puede pagarse un psicoanalista y se tiene que desahogar de sus frustraciones aquí.  Entonces vamos a perdonarla.

La susodicha ha soltado perlas como  “El calor no es excusa para desnudarse gratuitamente sin gracia”,  “Hay algo que se llama respeto a los demás y dignidad”, “Una señora se plantó con su hamaca del Lidl sin importarle que sus horribles tetazas me taparan la vista al Cantábrico” . Y luego intenta arreglarlo diciendo que admira a los que están orgullosos de su cuerpo PERO podían tener en cuenta al prójimo y no obligarle a contemplar carnes ajenas.

Estas frases lo que si demuestran es que usted no tiene ningún respeto al prójimo, pero no tiene las narices que hay que tener para decir que le dan asco los gordos o las personas con cuerpos no normativos y porque no decirlo, sin poder adquisitivo alto (de ahí la puntualización de la tumbona del Lidl). Y como le faltan agallas,  lo tapa con la frasecita de que admira a los que están orgullosos de su cuerpo ( con un «Pero» tan grande que es imposible de creer)  porque sabe la que se le vendría encima si dijera claramente lo que piensa (Que los pobres y con lorzas deberían quedarse en casa e ir a la playa solamente los guapos y ricos con tumbonas de Prada y cuerpos fit).

Y luego por si era poco, sigue con el colectivo homosexual diciendo “Odio el exhibicionismo del Orgullo Gay” “Reivindicación cutre”  ,“Acabé de los Javis y de Paquita Salas hasta el moño”

Y sigue metiéndose con Palomo Spain, con Almodovar, con McNamara, que según usted no han inventado nada, y no es su target.

Aunque de tanto en tanto, entre frase y frase homófoba, suelta alguna excusa otra vez para intentar que no se le vea el plumero de que todos los que le dan asco o le molestan son gays.

Pero señora, no cuela, los lectores no somos tan cortos como usted cree aunque veamos Paquita Salas y nos diviertan las carrozas. Le ha faltado decir que son vagos y maleantes y ya nos hubiera quedado todo más claro.

Que usted es una persona más tranquila y no le gustan las fiestas, ni beber alcohol, ni todas esas actitudes mundanas que hacen la gente de poco bien, perfecto. Pero porque a usted no le guste, ¿Tiene que intentar ridiculizar  a los que participan en ellas?

Además una cosa le voy a decir, ojalá todas las fiestas de este país tuvieran el buen rollo y el poco derramamiento de sangre (hablo de torturas a animales y a mujeres también) que la fiesta del Orgullo Gay.   Pero me aventuro a decir sin conocerla de nada que le deben gustar más los toros ¿Me equivoco? Seguro que es de las que dice: “A mi no me gustan pero son una tradición”.

Así es que de escritora hater que  muchas veces lo soy (aunque yo sí que tengo gracia, me viene de serie)  a escritora que intenta ser hater y no le sale: dedíquese a hacer otra cosa.  Y no porque su humor no haga gracia,  o no se entienda. Es que se entiende  demasiado bien por dónde van los tiros y eso ni hace gracia ni es humor. Es rancio y está muy pasado de moda. Pero tranquila siempre puede escribir en “El Caso” o en algún sitio serio y de bien en el que no hayan ni gordas ni maricones, ni gente hortera. Sino solo personas clasistas con un palo metido por el culo como la amiga estilosa de su madre.

Porque le aseguro que tanto la señora con esas grandes tetazas de la playa, o los maricones borrachuzos de las carrozas son mucho más felices que ella, simplemente por el hecho de que viven y dejan vivir y no necesitan estar pendientes de lo que hacen los demás para criticarlos o humillarlos. Pero claro eso usted no lo debe de entender, porque tampoco es su target.