Aquí va uno de los traumas de mi infancia, tengo papada. No, no es que tenga papada, es que tengo un paracaídas de emergencia en caso de accidente aéreo, que soy muy precavida yo, oiga.

Cuando miro hacia abajo, me veo tal que así:

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                                                                                                                                                                                                                                                                                 Holis, ¿Me das un besito?                            

Nunca he sido una chica gorda, todo hay que decirlo,  siempre me he mantenido en una 36 y a veces incluso he llegado a entrar en una 34 cuando no era una talla ridículamente pequeña. Aún así desde que tengo uso de razón he tenido la cara gorda y redondita, lo que se traduce en unos mofletes que todos – y cuando digo todos son todos- achuchan, muerden y pellizcan cual bebé recién nacido. Pero ahí no se queda la cosa, todo esto suele venir acompañado de infinitud de apodos que hacen referencia a mi gordura facial. Que si Carapan, cachetitos, carapapa e incluso Jabba el Hutt…

Pero no pasa nada, lo acepto, le he cogido cariño. Al final sólo estamos mi papada y yo. Somos un buen equipo. No es que me pase las tardes buscando ejercicios faciales para exterminarla de la faz de la tierra, no.  Que digo yo, ¿la grasa de la papada no me la pueden poner en las tetas?.

 

Pero si eres del mismo team que yo, alias papaclub, seguro que te resultan familiares muchas de estas situaciones. Ya basta de sufrirlas en silencio. #PapadasUnidasJamásSeránVencidas

Odias las fotos desde abajo:

¿Perdona? ¿Que quieres una foto conmigo? Pues más vale que tengas un palo selfie o el brazo más largo que Michael jordan porque me niego a hacerme cualquier fotografía a menos de dos metros por encima de la cabeza, que de tanto estirar el cuello para disimular, voy a parecer piecito.

piecito

 

Las bufandas, cuellos y pañuelos son tu mejor amigo:

Reconócelo, te envuelves mejor el cuello que tu madre los bocadillos para el colegio. No hay nada que de más gusto que no tener que preocuparte por si se te ve la papada o no, y encima, vas calentita, dos en uno.

 

Le tienes pánico a cualquier tipo de fotografía oficial:

Si os enseño la foto de mi orla, os echáis a llorar conmigo por compasión. Sabes que en cualquier tipo de instantánea que sea importante y que suponga un recuerdo – o utilidad para la posteridad-tu papada va a hacer acto de presencia para desearte los buenos días. Ya sea una foto carnet para el DNI o el día de la orla.  Perdone, señor fotógrafo, hay un poco de papada en mi foto.

 

Te pasas la vida mirando hacia arriba:

Ya le tienes la postura cogida, cuanto más estires el cuello, menos se te nota. Da igual que estés trabajando en el ordenador, en clase cogiendo apuntes o en la calle caminando,  tú el cuello hacia arriba, muy walking a lo Beyoncé, no vaya a ser que te encuentres con alguien por el camino.