Desde pequeñita he tenido las piernas gordas. Vale, igual con 3 años no eran gordas si no anchas, pero el caso es que su tamaño es desproporcionado con el resto del cuerpo y con los años y la gordura pues tengo unas señoras PATORRAS, desde el tobillo hasta la ingle. Y claro, tienen su aquel:

1. Cuando te sientas, tus piernas triplican su tamaño

Tus ya de por sí muslos gordos se expanden hasta adoptar un tamaño descomunal y poco realista. Tu cuerpo se convierte en algo totalmente desproporcionado. Gigante por abajo, normal por arriba.. Nada de fotos sentada u os mato.

2. Las malditas sillas de las terrazas

En serio, ¿tan difícil es hacer sillas sin reposabrazos asesinos?

3. Las botas, ese misterioso objeto de deseo frustrado

Ni katiuskas ni botas altas, a no ser que tires por botas de caña ancha y aún así, tengo mis dudas. Recuerdo cuando estaban de moda las botas anchas, que caían, pensaba que igual esas podían subir bien. Ilusa de mí, sí, subían pero luego tenían que amputarme de rodilla para abajo.

4. La inevitable sensación de que parece que tienes pezuñas de cerdo cuando llevas tacones

Yo no sé vosotras pero cada vez que me pongo tacones pienso en Spider-cerdo.

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5. El roce del verano

¿Qué no os hemos contado ya sobre esto? Es la pesadilla que se repite cada verano, la que lo sufre sabe qué tremendo  coñazo es y las tesis que tenemos ya escritas sobre soluciones al chub rub.

6. El roce de los pantalones

Pocos pantalones aguantan más de una temporada. Aunque tu madre te los remiende una y otra vez, se invente apaños tipo poner unas rodilleras ( y tú mueras de la vergüenza). Ya sabes que ese agujero en principio chiquitín es la sentencia de muerte de esos pantalones que tanto te costó encontrar.

7. Los pantalones pitillo

Más bien tú necesitas unos pantalones puro. Purazo de esos que fuman los señores ricos con chistera y monóculo.

8. Comprar pantalones en general

Ya no sólo con los pitillos, este es un drama compartido con las culonas, normalmente si te va de piernas te está grande de cintura. Normal que al final acabemos hartas y recurramos a nuestros queridos y siempre fieles leggins.

patas2La temperatura que hay entre muslos es parecida a la del infierno

9. Chocar los muslos con todas las puertas

Pasas tranquilamente por la puerta pero auch! no has calculado bien y ya te has dado con el canto. O con la mesa alta o con esa esquina sobresaliente que no has visto. Hay que contar con algún centímetro de más siempre.

10. La inevitable sensación de que la gente prefiere que viajes en el asiento delantero

‘Voy delante vale?’ Y nadie se opone o se pelea por ir delante. Hummm, llamadme suspicaz, pero intuyo que nadie quiere compartir asiento trasero con medio muslo mío.

12. Cruzar las piernas

Especialmente en mesas bajitas. La solución es echarse hacia atrás y cruzarlas, pero adiós feminidad y delicadeza. Desde aquí me pregunto: ¿qué necesidad tenemos de recuperar las mesas del cole para los bares? Sí, son muy cuquis, pero están pensadas para MENORES. De edad y de tamaño. YA VALE. Ojalá os pilléis los dedos con doscientos pupitres.

patas3Mira, Campanilla, vete a la mierda, guapa.

13. Los vestidos que se te pegan a las cartucheras

Tampoco sabes cómo lo hacen. Pero hay algún vestido que solamente destaca justo esa parte, no se te pega al culo, ni te saca chicha, ni te aprieta las tetas. No, se pega a las cartucheras, marcando a cada paso dos picos medio redondeados, dos señoras cartucheras. Morid vestidos de polyester asqueroso.

14. Shorts, pantys, todo para arriba

Las braguitas culotte no son tus amigas, las fajitas ideales de la muerte para evitar las rozaduras tampoco. Todo se sube. Cuando te pones un pantaloneta cortita para la playa o la piscina, se acumula todo en el interior, sí, hacia el chichi. Conclusión: acabas renegando de todo lo que no baje de medio muslo.

Foto de portada: www.essiegolden.com