Me encantaría saber cómo empezar a escribir esto, ojalá pudiera encontrar las palabras adecuadas para describir cada una de las cosas que se me pasan por la cabeza en este momento.

Lucía. Lucía es todo en lo que pienso. Por si no lo sabéis, Lucía era. Lucía fue.

Lucía tenía 13 años, vivía en Murcia y soñaba como todos nosotros, cuando teníamos esa edad, con una vida futura, pero ella se vio obligada a renunciar a sus metas y sus sueños. Qué duro es escribir en pasado sobre algo que ahora es presente por su ausencia.

Desde sus 10 añitos sufría eso que llamamos acoso escolar. Todos escuchamos estas palabras constantemente, pero ¿sabemos lo que significa? Obviamente parece que no, porque una vez más, se ha cobrado una víctima: Lucía.

El 10 de enero de 2017 se encontraron a una preciosa niña colgada de una litera, porque no pudo soportar más el sufrimiento al que se veía sometida desde años atrás. Sufrimiento que obviamente nadie era capaz de comprender. Sufrimiento producido por el acoso incontrolable de otros niños como ella, con sueños y futuro.

Ahora leemos las noticias y nos echamos las manos a la cabeza, nos preguntamos por qué ha ocurrido, qué se podría haber hecho para evitarlo, pero este no es el primer caso, por lo que algo está fallando.

Yo me pregunto, ¿qué sentirán las personas responsables de esto? ¿Podrán vivir con esta carga el resto de sus vidas? Y por desgracia, creo que sí.

Estamos deshumanizando el mundo, y empezamos desde los más pequeños. Pequeños que ven cómo funciona la sociedad, que se empapan de cada una de las acciones que les rodean, y este es el resultado: Lucía está muerta.

Lucía era fan de todo lo relacionado con el manga, le entusiasmaba todo lo relacionado con las redes sociales. Iba a clase cada día, como cualquier niño, pero su realidad era insoportable. Desde que salía de casa hasta que llegaba a ella vivía aterrada, por si se encontraba con sus compañeros en la calle, y por saber que tenía que convivir varias horas al día con ellos en clase.

La insultaban llamándola gorda y fea, la rehuían, la rechazaban y nadie hizo nada. Se supone que se puso en marcha algo que llaman protocolo, pero ¿de qué ha servido? Un protocolo que no ha impedido que Lucía se ahorcara en su propia habitación, un protocolo que ha permitido que una panda de niñatos agotaran tanto a una pobre niña hasta que decidió quitarse de en medio.

¿Nadie veía esto? ¿nadie se dio cuenta? No, claro que sí, pero es más fácil mirar a otro lado.

Una limpiadora del centro encontró una nota de Lucía unos días antes completamente desgarradora, en la que decía que si querían verla deberían hacerlo en su tumba.

¿Os imagináis el dolor? ¿Cuántos de nosotros hemos vivido situaciones complicadas? ¿Cuántos hemos pensado en que la vida no tenía sentido?  Imaginaos ahora el dolor de una niña de 13 años para tener la valentía de subirse a una litera y colgarse de ella, a escondidas, en silencio.

Muchos niños sufren de forma invisible este horror a diario y no saben cómo afrontarlo. Se sienten completamente solos, sin salida, y nosotros los adultos seguimos llamándolo cosas de críos.

Yo no soy madre, pero soy hija, y he sufrido en mis propias carnes ese dolor, ese desgarro, ese miedo, la violencia psicológica y física, pero tuve suerte. Siempre conté con un apoyo incondicional, como el que tuvo Lucía de sus padres, sin embargo, como digo, se reduce a suerte, porque yo nunca tuve el valor, ni encontré el modo, pero podría haberlo encontrado, y quizá ahora no estaría escribiendo sobre esto.

 

A ti, Lucía, quiero regalarte este pedacito de mi tiempo, estas líneas lanzadas en internet, que es lo que te gustaba a ti. Nunca me conociste, y detesto conocerte yo ahora, porque sé quién eres porque ya no lo eres. Nunca me leerás, pero lo único que ocupa mis pensamientos en este momento eres tú, y en lo injusta que ha sido la vida contigo. No sé si estabas gorda o no, pero fueras como fueras eras preciosa, de verdad. Aunque de la manera más triste, has demostrado tu valentía y tu coraje, tu fuerza de voluntad y tu firmeza. Qué pena que sólo la encontraras debido al dolor. Espero que ahora ya no sufras, que te sientas libre y que si queda algo de ti en alguna parte, entiendas que has contribuido a abrirle un poquito los ojos al mundo, y que tu nombre siempre será el de una pequeña heroína que no supo encontrar a tiempo su súper poder.

Perdónanos, por ser tan ciegos, por ser tan crueles, por no saber entenderte. Perdónanos.