Si piensas que tu verano es una mierda porque te toca pasarlo en el pueblo: nena, estás muy confundida.

Pasar el verano en un pueblo es lo mejor que te puede pasar en la vida. Y ojo, no lo digo yo que soy más de pueblo que las amapolas; lo dicen los miles y millones de urbanitas que huyen de la ciudad para inundar los maravillosos pueblos de nuestra geografía nacional.

Si no me crees, espera que lo te explico por puntos:

  • Cada fin de semana toca ir de excursión a un pueblo de al lado. No, no es porque de repente de apetezca hacer turismo y conocer el castillo de Belvis; es que son las FIESTAS DEL PUEBLO DE AL LADO y tú estás en la verbena cantando todo lo cantable de jueves a domingo.

  • No te hace falta ver la televisión ni estar conectado a ningún tipo de red social, con salirte un rato a la puerta de tu casa con una silla vale. ¿Cómo son de maravillosos esos corrillos de señoras que se sientan en el umbral de la puerta a darle a la sin hueso? Vale sí, cuando te empiezan a preguntar que para cuando te echas un novio ya no molan tanto, pero en el fondo hay que quererlas.
  • Conoces a gente todo el rato; porque como ya te he dicho los pueblos en verano molan mogollón y siempre hay gente que se une. Que si fulanito que es mi amigo de la uni y se ha venido unos días, que si menganita es mi compi de trabajo y no tenía nada que hacer… el caso es que en verano aquello parece el chichi de la Bernarda.

 

  • Comes comida de pueblo. No existe la comida rápida porque el burguer más cercano está a 76 kilómetros de distancia así que tu alimentación se basa en tortilla de patatas de tu abuela, salmorejo de tu tía y ensalada campera de tu madre; todo ello acompañado del maravilloso pan de tu pueblo, que es gloria bendita.
  • Da igual las pintas que lleves, estás en el pueblo y allí el postureo se evapora por momentos. Puedes ir a comprar el pan en chanclas y chándal porque nadie te va a juzgar y si te juzgan, no worries porque siempre te lo van a chivar las vecinas del corrillo.

  • Te pasas el día con el culo en remojo. Si no os vais a la piscina del pueblo siempre hay colegas que tiene piscina en sus parcelas, fincas o campos. No, no tienen que ser colegas directos, allí la ruta del remojo no entiende de restricciones y basta con que sea colega de un colega para que se líe parda y acabéis todos haciendo barbacoa y jugando al chinchón. Si tienes la enorme suerte de ser extremeña norteña como yo, cambiarás las piscinas por gargantas. ¡Que viva La Vera!
  • En verano se folla más. Da más pereza sí, por aquello del calor, pero las cervecitas y el #notengonadamasinteresantequehacer hace que la gente se motive y acabe detrás de un arbusto dándolo todo. Además, que como ya he dicho, no dejas de conocer gente, las posibilidades de que caiga alguno son infinitamente mayores que en cualquier otro lugar y momento del año. Y sí, he dicho un arbusto porque normalmente si estás en el pueblo sueles estar en casa de tus padres, de tus abuelos, de tus tíos o de una amiga y la logística se complica.

 

  • La vida es barata. Cuenta la leyenda que hay noches que sales de casa con 5 euros en el bolsillo y llegas 7 horas después más pedo que Alfredo, habiendo cenado y aún te sobran un par de euros. No es que las copas valgan 20 céntimos es que hay días que no te toca pagar la ronda a ti o que simplemente te invitan porque quieren. Aún así, las cañas son a un euro y los cubatas a 3. Fantasía.

  • Vives con calma y tranquilidad. El mundo se para de 2 a 5. Las tiendas se cierran y los coches se esconden a la sombra de los pinos. Es LA HORA DE LA SIESTA y lo único que verás por las calles son las bolas del lejano oeste. (Nunca he sabido como se llaman esas bolas)
  • Nunca llegarás tarde a ningún sitio. No hay metro, ni buses ni nada. Vas a todos sitios andando o como mucho en bici. La gente sale y se va al bar y ya si eso tu llegas cuando quieras. Chilling y cañitas en el bar de siempre. ¿Qué más se puede pedir?

Si todo esto te suena a chino es porque no has tenido la maravillosa oportunidad de pasar un verano en un pueblo, así que amiga, aún estás a tiempo. Haz las maletas y vete lo más lejos que puedas de la ciudad.

Y recuerda, jamás renuncies de tu pueblo; ser de pueblo mola y mucho; y en verano más.