Llamémosle por su nombre: la Monstruación

 

Lejos de cómo nos la venden en los anuncios de compresas, la regla es un verdadero martirio para muchísimas mujeres. Y no hablo solo de los dolores y de la incómoda sensación de desangrarte vaginalmente cada mes, no. De lo que vengo a hablar hoy es de cuando tu regla controla tu mente 24/7, cuando te conviertes en una sierva de esa tirana a la que bien podrían haber llamado La Monstruación.

 

Como decía Robe en su último disco, “yo no soy la dueña de mis emociones”. De verdad que no, lo es ella, mi regla y mi ciclo menstrual entero. Dentro de mis ovarios hay una especie de universo paralelo y, lo que pasa ahí dentro, determina mi vida por completo. Mi Monstruación antes era como esa amiga maleducada que siempre te cambia los planes y te deja tirada. Había meses que no venía y, cuando al fin se dignaba a aparecer, venía de golpe y ponía mi mundo patas arriba. Vamos, que tenía un ciclo irregular que te cagas. Te cagas literalmente, porque diarreas explosivas es uno de los regalos que me suele traer cuando aparece. No le dará por traer litros de helado y una bolsa de agua caliente, no.

dolor

Ahora tampoco es puntual como un reloj, pero viene normalmente una vez al mes y no se retrasa más de una semana. Vamos mejorando en eso de cuadrar horarios, ¡bien! Pero tampoco os creáis que ha cambiado mucho la cosa: ella sigue haciendo y deshaciendo a su antojo, llevando mi mente como zurullo por acequia durante todo el mes. Si tus reglas son como las mías: no, querida, tú no eres la dueña de tu estado mental, lo es ella. La monstruación

 

Desde que llegó a mi vida se hizo con las riendas de mi estado de ánimo, mis antojos, mis ganas de triscar, mi creatividad, mi autoestima y hasta de mis ganas de vivir. ¡Y seguro que me estoy dejando algo! Poco antes de que llegue lloro literalmente por todo, hasta porque las flores están muy bonitas. Cuando eso ocurre, the Monstru is coming. Mis ganas de hacer pis aumentan y en una de las 500 veces que voy al baño en la misma mañana, ahí está, saludándome con su sangrienta mano.

 

A partir de ahí y durante los 2 – 3 primeros días de la monstruación todo puede pasar. Y créeme, cuando digo todo, es TODO. Lo mismo estoy en modo tierno oso panda que en modo “no hablar, no tocar, no mirar”. Puedo cagarme la pata abajo, vomitar o tener la necesidad de hacer ambas cosas a la vez. Quizás llore, me ría o todo junto, ¡no escatimemos en emociones! Algo que es invariable es cómo paso de ser alguien que se quiere bastante, a sentirme un puto fracaso durante unos días, en todos y cada uno de los aspectos de mi vida.

 

Puede que mis ovarios sean los que me apuñalen o que de repente al señor ano le de por tener un calambre que me deja tiesa. ¡Hola, señor ano! Gracias por ese pinchazo insoportable que me hace ser consciente de que estás ahí. Cuando esto último ocurre en presencia de gente, las caras de desconcierto son, simplemente, poéticas. 

 

Mi mente esos días tiene niebla, trabajar es como buscar una aguja en un pajar. Mi creatividad y mi productividad se van juntitas de la mano a descansar, como debería hacer yo. De normal mi memoria y mi capacidad de concentración son legendarias, pero esos días puedo intentar hacer una misma cosa 3 veces y acabar despistándome todas ellas con cualquier otra cosilla que me encuentre por el camino.

la monstruación

Al leer todo esto no puedo evitar pensar en cómo se han empeñado en decirnos cómo tenemos que vivir nuestro ciclo menstrual a la largo de toda la historia. Antes, hasta hace no mucho, era algo que esconder y de lo que avergonzarse. En algunas culturas se marginaba a las mujeres cuando tenían la regla. En realidad, en todas, ¿a quién no le han dicho alguna vez eso de que si tienes la regla se te corta la mayonesa? O que no toques una planta, que la matas. Manda huevos. Ellas, las mujeres, capaces de crear vida humana y de matar plantas cuando menstrúan.

 

Hace ya unos cuantos años, las mujeres empezamos a hablar de la regla. Y, por alguna razón, se empezaron a hacer anuncios de compresas y tampones que nos convencían de que tener la regla no era un impedimento para hacer lo que hacíamos de normal, o incluso más, porque seamos sinceras

¿Cuántas de vosotras hacéis las acrobacias que salen en los anuncios de compresas?

 

Ni la regla nos convierte en unas apestadas, ni nos hace sentirnos más vivas que nunca y nos infunde unas ganas locas de hacer lo que no hacemos el resto del mes. La regla está ahí, es algo por lo que pasamos cada mes, nos convierte en posibles creadoras de vida y, a unas más y a otras menos, nos afecta en diferentes ámbitos de nuestra vida.

No es, ni de lejos, lo mejor que nos ha ocurrido en la vida. Bueno, salvo que tengas un retraso y estés esperando que te llegue como agua de mayo.

 

Así que perdónanos, Manolo, si todo lo que nos ocurre en las entrañas cada mes, todo eso que permite la continuidad de la humanidad, nos hace estar más sensibles o más lo que sea durante unos días al mes. Menos mal que ahora las mujeres que sufren reglas dolorosas, podrán cogerse 3 días de baja aunque os joda. Yo, como emprendedora y mujer que ha aprendido a conocer y abrazar la monstruación, hace ya tiempo que me organizo para poder tomarme un par de días de descanso.

 

Y con esto último, llegamos a las buenas noticias, ¡que no todo va a ser malo, amigas mías! Aunque tu regla te tenga secuestrada mentalmente como a mí, si aprendes a reconocer sus etapas le podrás ganar algunas batallas. Te lo digo yo, que hasta hace cuatro días tenía un ciclo muy irregular y sé que a veces puede ser complicado saber qué va a pasar y cuándo. Cuando dejé el anillo anticonceptivo y empecé a darme cuenta de que mi regla sí me afectaba, decidí intentar buscar patrones.

 

Me descargué una app para controlar el ciclo y es lo mejor que he podido hacer. Todas funcionan más o menos igual: puedes registrar de manera diaria los cambios que se van produciendo en tu flujo, en tu cuerpo (tetas, dolores varios, estreñimiento y diarrea, etc.), en tu estado de ánimo…

Un montón de factores que cuando ves distribuidos en las diferentes etapas de tu ciclo, te ayudan a conocerte un poco mejor y a saber cuándo y por qué tu estado de ánimo y físico cambiarán. ¡Incluso sabrás cuándo lubricas mejor y cuándo tendrás más sequedad!

 

A mí todo esto me ha permitido domar a la bestia, porque el día que me levanto y lloro por todo y el mundo se me hace cruel, relativizo al mirar el calendario y ver que mi amiga la Monstru está a punto de llegar. El día que estoy más salida que el pico de una plancha sin ningún factor externo que lo motive, miro el calendario y ahí estoy, entrando en la ovulación. El día que tengo las energías desbordadas y el mundo me parece un lugar maravilloso, sé que es porque la Monstru está a punto de irse y me dará una tregua durante los próximos 10 días.

Y así, de manera cíclica, mi cuerpo y mi mente siguen fluctuando como siempre pero ahora, sé por qué me pasan según qué cosas y cómo lidiar con ellas.

 

Queridas, que la Monstruación puede ser un pelmazo, pero al fin y al cabo, es parte de nosotras. Reconciliémonos con esa parte nuestra y aprendamos a hacer caso a las señales que nos envía: descansa cuando lo necesites, permítete esos antojos locos que nos crea, gasta toda esa energía desbordante que nos invade en algunos puntos del ciclo, haciendo lo que más te guste, gástale la batería al satisfyer o a tu pareja cuando el cuerpo te lo pida…

Escúchate y date lo que necesites en cada momento de tu ciclo, respeta tus fases y, te lo aseguro, la Monstru ya no volverá a ser tan temible nunca jamás.

 

Desdudándonos