Hace unos años, justo cuando me quedé embarazada, mi madre vino a vivirse a la ciudad en la que estaba viviendo con mi pareja. Fue un cambio muy grande para mí, estaba acostumbrada a vivir sola y bastante lejos de ella y aunque me gustaba la idea de tenerla cerca, en el fondo me sentía responsable de que se sintiera lo más arropada posible. Así que, teniendo en cuenta que llevaba poco en la ciudad y no conocía a nadie y yo estaba esperando a su primer nieto, la llevaba conmigo a todas partes, mirábamos juntas todo lo que necesitaría para la llegada del bebé, venía conmigo a las citas médicas e incluso vino conmigo cuando me enteré de que sexo tendría mi hijo.
Ella en el fondo estaba pasando un momento difícil de adaptación y yo entendía que no era su mejor momento así que intentaba empatizar con ella y entendía que quisiera participar todavía más en todo lo que tuviera que ver con el bebé.
Al principio daba pocas opiniones, luego ya empezaba a decirme un poco lo que le gustaba en ropa, en colores, en su habitación. Parecían opiniones sinceras y yo solía tenerlas bastante en cuenta, al fin y al cabo era mi madre y ella siempre había sido un gran apoyo para mí.
Cuando me enteré del sexo de mi bebé me llevé una decepción, no era lo que esperaba y lloré mucho. Ahora sé que fueron las hormonas y que en ningún momento consideré realmente importante el sexo de mi bebé para tenerlo, pero en ese momento yo lo pasé realmente mal y ella no consiguió entender en ningún momento qué me estaba pasando. La realidad es que lloré porque no era lo que yo quería, pero solo durante 5 minutos, después lloraba de la culpabilidad de haberme disgustado por esa razón. Ella insistía en decirme que no entendía cómo podía ponerme así, que como iba a llorar por eso, que no le parecía ni medio normal. Y yo cada vez me sentía peor madre, ya antes de haber dado a luz.
Cuando di a luz tuve algunos problemas con la lactancia, el niño no se agarraba bien el pecho y nos costó bastante que agarrara bien. Ella estaba deseando darle de comer y me pedía a menudo que le diera un biberón y yo, que estaba luchando por llevar a cabo la lactancia materna que siempre había deseado, me veía luchando por explicarle que aunque llevase tiempo y tuviera que estar todo el día con el pecho fuera no me importaba, quería intentarlo y conseguirlo. Esa fue otra de esas veces en las que tuve que oír que no estaba haciendo lo correcto porque la leche de fórmula según ella era igual de buena, que ella tampoco había tenido leche cuando yo había nacido y que no me había pasado nada por tomar biberón.
Yo solo quería que entendiese que sabía que ella había hecho lo que creía correcto en aquel momento y que no pretendía dar a entender que aquellos que toman biberón no estén bien alimentados, pero no es lo que yo había decidido con mi hijo y solo quería que respetase mi opinión y me apoyase.
A los 6 meses de estar dando pecho, cuando ya nos tocaría empezar con la alimentación complementaria y después de haber leído mucho decidí que quería hacer con mi hijo BLW (baby led weaning), vamos, que no pasaríamos por la etapa de los purés y empezaríamos a darle a nuestro hijo la comida a trozos. Cuando le expliqué esto a mi madre, se quedó pasmada. Al instante comenzó a decirme que no entendía nada, que no sabía a qué venían estas modernidades y que toda la vida se habían dado las frutas batidas de siempre, que a ver qué narices iba a comer el niño. Intenté explicarle en qué consistía, cómo serían los trozos y todo lo que había leído sobre esto, pero no obtuve buenos resultados.
Se enfadó conmigo y poco más que dejó de hablarme porque, según ella, iba a matar al niño de hambre.
Ese día lloré muchísimo, estaba intentando hacer todo lo que creía que era lo mejor para mi hijo y la persona que creía que siempre me apoyaría no hacía más que echar por tierra todo lo que yo creía y conseguía que sintiese que tenía razón.
En esta ocasión lo hablé con la pediatra. Me encantaba la pediatra que teníamos desde el primer día, tenía la sensación de que era una pediatra informada y no alguna de estas que llevan tantos años en el puesto que creen que lo único que funciona es lo de siempre. Le daba la importancia justa a lo que tenía importancia y nos explicaba todo con mucho cariño.
El niño estaba engordando muy poco y cuando le planteé esta opción me dijo que sería la opción ideal pero que en este caso sería mejor averiguar primero por qué no estaba engordando y ver si conseguíamos que cogiera algo más de peso. Con los purés comería más cantidad así que sería más fácil que ganase el peso que necesitaba.
Le hicieron analíticas y vieron que tenía el hierro bajo, ella me recomendó empezar por el método tradicional e intentar adelantar esa introducción a los trozos cuando ya hubiera ganado algo de peso.
No pudimos hacer BLW, y ella se quedó muy contenta de que así fuese, pero a día de hoy no se cree que la pediatra me dijera que era la opción ideal.
Y yo también he aprendido a no tener tan en cuenta las opiniones ajenas.
Escrito por Kerasi