Mi amigo Jose está divorciado desde que su hija tenía 12 años. Por trabajo decidieron de mutuo acuerdo que su ex tuviese a la niña la mayor parte del tiempo y él cumpliría el régimen de visitas que acordaron. Al llegar a los 14, su madre se fue a vivir a otra ciudad y a los 16 a la niña no le hacía gracia dejar de hacer planes cada dos fines de semana para irse con su padre, así que poco a poco dejó de ir. Él iba igualmente a verla, cenaban juntos algún viernes o iban al cine algún domingo, pero claramente no tenían la relación estrecha de padre e hija que tenían antes del divorcio. Así, en plena adolescencia, fue como dejó de conocer realmente a su hija, sus problemas, sus inquietudes y su nueva forma de ser.


Hoy en día su hija acaba de cumplir 20 años. Sigue viviendo con su madre mientras estudia en la universidad, aunque se puede decir que está matriculada, porque (al parecer) este último año ni se pasó por allí. Llevaba dos cursos casi impecables pero este año dijo que quería vivir la vida todo lo que no había podido hacer hasta ahora. Jose no entendía por qué decía eso, si nunca había tenido grandes problemas, su madre siempre le había dejado bastante libertad para hacer su vida pero, como él era un gran desconocido para su hija y viceversa, él qué sabía.
Los primeros fines de semana del curso la vio más extraña de lo habitual, a mediados de curso ya le había dado plantón tantas veces que empezó a llamar para asegurarse antes de ir, por lo que ella se sentía más cómoda diciendo directamente que no podía. Tenía una nueva pandilla de amigos de un pueblo cercano y pasaba la mayoría de los días con ellos. Salía más días en una semana de lo que lo hacía antes en un mes, su madre lo llamó preocupada porque su carácter estaba cambiando, sospechaba que había alguna droga de por medio. Esos amigos nuevos eran conocidos en la zona no por ser unos ciudadanos ejemplares precisamente y ella se encontraba preocupantemente cómoda siendo una de ellos.
Una mañana muy temprano Jose se asustó al ver el nombre de su ex en su teléfono cuando aun era madrugada. Al descolgar apenas podía entender una palabra entre gritos desgarradores de desesperación, sollozos y llantos. Antes de entender una sola palabra ya se había vestido y estaba camino del coche para ir corriendo a ver qué había pasado. Justo antes de colgar pudo entender que estaban en el hospital, y descifró como pudo un “nos la han violado, Jose”.


Ardiendo de rabia, impotencia y dolor, corrió lo que pudo hasta llegar a junto de su pequeña. Allí estaba su madre, desesperada en la puerta, esperando a que le hicieran a su niña los exámenes pertinentes en privado. Cuando lo vio llegar se abalanzó a sus brazos en llanto y tardó unos minutos en poder contarle lo que había pasado. Ella estaba en cama cuando su hija la llamó, estaba en un descampado sola, con la falda remangada y su ropa interior hecha girones, le dolía el cuerpo y no recordaba mucho. Le había mandado ubicación y cuando llegó a buscarla pudo ver los negrones en piernas y brazos, señal de que la hubieran inmovilizado. Tenía el maquillaje corrido de llorar y a su alrededor había lo que claramente eran restos de fluidos de otras personas. Allí mismo llamó a la policía para que tomasen muestras y se llevaron a su hija al hospital. Ella le contó que había salido con sus amigos, que le habían dado a probar algo nuevo, un líquido que dijo que habían mezclado en las bebidas de todos, pero no recordaba si los demás las habían bebido, solo que empezó a verlo todo borroso y que uno de ellos le dijo que ahora era cuando lo pasarían bien de verdad. Sintió cómo le quitaban la ropa interior, pero no se podía mover, no recuerda más de toda la noche, solamente haber despertado y ver a sus amigos subirse a los coches, dejándole el teléfono al lado para que la fueran a buscar, porque no cabían todos y que le dijeron que “Vaya moña te has cogido hoy, amiga”.


Jose se puso como una fiera, fue corriendo a hablar con las agentes que estaban en la entrada del hospital, les preguntó si habían identificado a alguien, si tenían muestras para analizar, si podía hacer algo. Ellas (que eran dos mujeres) lo tranquilizaron y le dijeron que todo estaba en marcha, que tenían dos matrículas de coche, varias muestras y algunas fotos en redes sociales donde se veía a su hija en muy mal estado de fondo, en un parque cercano a donde la encontraron después, así que no sería difícil identificar, localizar y demostrar quien había sido. Con el testimonio de su hija sería más que suficiente para que aquellos malnacidos pasasen unos años a la sombra. Pero entonces salió la doctora que la estaba atendiendo. Al parecer la chica había pedido hacer una llamada y, tras varios minutos sola al teléfono, había empezado a pedir el alta, a decir que se quería ir, que solo necesitaba dormir la borrachera.

Cuando los dejaron pasar, la niña solamente quería hablar con su madre. Jose respetó su decisión y entendió que necesitase a su madre más que nada en un momento así. Entonces su ex salió sonriendo. Le dijo que se fuera, que había sido todo una falsa alarma, que los chicos le habían gastado una broma. Que no le habían hecho nada, pero que como se había puesto tan mal le habían querido dar un escarmiento, haciéndole ver qué le podría haber pasado si no fuera por ellos. La doctora se acercó y, discretamente, les dijo que era imposible que eso fuera cierto, que tenía desgarros y moretones por todas partes, que habían podido sacar muestras de lo que podría jurar que era semen de varios lugares diferentes de su cuerpo y que ella estaba asustada al hablar por teléfono, que alguien seguramente la había amenazado. Pero la madre insistió en que su hija no le mentiría, que una vez que estaba allí podría decir la verdad. Supongo que era menos doloroso para ella creerse aquella falacia que asumir que a su hija la habían torturado de aquella manera.


Le pidieron a Jose que se volviera a casa, pero él se negaba a salir de allí sin ver a su hija. Más tarde no le quedó más remedio que hacerlo, eran los deseos de ella y no podía obligarla. Se fue a comisaría a preguntar qué podía hacer, si podía él denunciar lo que le había pasado. Le dijeron que mientras su hija se negase a denunciar no había nada que hacer. Si el hospital hacía denuncia tampoco valdría de mucho, ya que el relato de su hija había cambiado y seguramente acabase diciendo que las relaciones habían sido consentidas y las lesiones podría achacarlas a una noche de sexo duro. Lo habían visto antes y, a no ser que ella dijese la verdad, solamente podían guardar las pruebas un tiempo (porque al no haber delito, tampoco podrían examinarlas) y estar atentos.

Jose se volvió para casa loco, totalmente fuera de sí. Empezó a buscar en redes sociales, pero su propia hija lo había bloqueado para que no pudiera indagar. Llamó a su ex esa noche, intentó hacerla entrar en razón, pero ella se enfadó, le reprochó el no haber estado más presente en su vida en los últimos años y le dijo que ahora quería compensarlo exagerando una tontería. Su hija no volvió a contestar el teléfono y, dos semanas más tarde, su ex tampoco. Él ya no puede hacer nada, aunque sabe que su hija sigue saliendo con la misma gente que la drogó e hizo con ella lo que quiso durante una noche entera y quizá ahora la estén extorsionando para que no hable. No solamente sufre por ella si no porque ahora las ha perdido a las dos y la única forma de recuperarlas es aparecer allí como si nada hubiera pasado, pero no puede, nunca olvidará los gritos desgarradores que lo despertaron una mañana de domingo.

Escrito por Luna Purple, basado en una historia real.