Esto de las filias es un mundo; a algunas les mola chupar pies, a otras el rollo sadomaso, a otras que les meen encima y a mí, queridas amigas, me pone como una moto que me oigan chuscar.

Es algo que me pasa desde que me inicié en el mundo del frungir. Mi primer orgasmo fue en una tienda de campaña. Era verano y mi grupo de amigos decidió ir de acampada a un pueblecito que hay a 60 kilómetros de nuestra ciudad. Al principio me dio toda la pereza del mundo porque la naturaleza y yo no somos compatibles: tengo alergia a ocho mil plantas y dormir en un saco de dormir me deja destrozada. De todos modos me animé. Bendita hora.

Compartí cama con mi por aquel entonces novio y, como era de esperar, acabamos follisqueando a muerte. Debo decir que yo soy bastante ruidosa en la cama y cuando hago pop, no hay stop. Total, que si había algún lobo suelto por el camping yo debí asustarle, porque gemí como si estuviese en celo. No sé explicar el porqué, pero saber que mis amigos estaban escuchando lo mucho que disfrutábamos me puso aún más caliente. Al día siguiente hubo mucho cachondeito y lejos de avergonzarme, me reí. Ellos no sabían que habían sido partícipes de mi orgasmo.

Después de este polvo llegaron muchos más a todo volumen. Eso sí, no malinterpretéis mi filia. Que me ponga que me oigan no significa que me guste follar en sitios públicos. Lo que a mí me excita es que nos escuchen dándole al tema, pero odio esa sensación de «me pueden pillar en cualquier momento»; por eso jamás echo kikis en lugares públicos.

Esta soy yo follando.

¿Veis esa compañera de piso que cuando folla parece que la están matando de lo mucho que grita? Pues soy yo. Eso es lo que me va. Hacerlo con gente en casa. Que mis compis se enteren, que mi excitación se note. Abro las ventanas, gimo desenfrenadamente y doy golpes en la pared. ¿Es molesto? Pues hombre, si monto un espectáculo a las 3 de la mañana sí, pero yo creo que 15 o 30 minutitos a  las 9 de la noche no hacen daño a nadie. Algunos escuchan reggaeton a tope de volumen, otros ponen la intro de Juego de Tronos como si el salón fuese un cine y hay quienes roncan o discuten a todo trapo… Yo follo.

Yo sé que mi filia a veces puede resultar un coñazo para la gente con la que convivo, pero aquí entra un debate en juego: ¿Qué pesa más, que yo disfrute del sexo o que mis compis de piso tengan que aguantar mis berridos durante un ratito cada semana? En la guerra entre el placer y la convivencia yo tengo claro quién gana.

¿Cuál es tu filia? ¿Te pone que te oigan triscar o prefieres hacerlo en silencio? Cuéntanoslo en comentarios.