Aunque la segunda temporada de The Good Wife se emitió entre 2010 y 2011 (¡ya llovió!), avisamos de que hay spoilersitos necesarios. 

The Good Wife es la serie que retrató la base del movimiento #MeToo antes de su propio nacimiento. En el capítulo cinco de su segunda temporada, el bufete en el que trabaja Alicia Florrick, la buena esposa, se enfrenta a un presunto caso de abuso sexual. El presunto violador es un hombre muy conocido por ayudar a mujeres en África. Bonita combinación: rico, famoso y, supuestamente, solidario. En cambio la víctima solo es una masajista que trabaja con los clientes más VIP en una cadena de hoteles.

Desde que decide contar la verdad, horas después del desagradable encuentro, nadie parece creerla de verdad. La policía no procesa su denuncia. La investigan, la acosan, la cuestionan y acusan de estar buscando sus cinco minutos de fama a costa de la reputación de un buen hombre y de querer ganar dinero para pagar sus deudas. Eso sin contar que el motivo que realmente la hace sospechosa de inventarse toda la historia es que no llora y se muestra calmada. Los abogados desconfían y las abogadas dudan… porque claro, toda mujer violada, abusada o acosada responde de la misma manera. Hay un patrón de comportamiento para todas las víctimas (¡y una mierda!). 

Donde realmente se encuentra el patrón es en el modus operandi del agresor pues existen más víctimas. ¿Por qué no denunciaron en el mismo momento que ocurrieron las agresiones sexuales?, preguntan algunos intentando socavar y menospreciar a las mujeres. Y ahí están todas las excusas y mentiras que se usarán para seguir justificando, defendiendo y alabando a un violador: si hubo agresión fue porque ella lo buscaba, iba provocando y él es un pobre hombre que no supo cómo gestionarlo; si no lo contó fue porque no sucedió, pero ahora se han unido como en un aquelarre de brujas para quemar a un inocente en la hoguera. 

Existe otra cuestión que entra en el tablero del juego de la criminalización de las víctimas: ¿ocultamos la historia por el bien de las mujeres que «salva» este señor con su dinero o dejamos que la verdad salga a la luz? La manipulación a la que son sometidas las mujeres denunciantes es real y lo peor es la poca sororidad que existe en el proceso. Al final la denunciante, la abusada, LA VÍCTIMA, decide no seguir adelante con su acusación porque se siente presionada y tiene miedo.

Lo que acabo de contar es un capítulo de una serie pero no por ello es menos verdad (es más, está basado en un caso real). Muchos hombres, hijos sanos del patriarcado, creen que pueden violar sin recibir castigo alguno, porque es lo que han aprendido de una sociedad y de unas instituciones patriarcales. El pan nuestro de cada día.

El caso más reciente (y cercano) lo encontramos en la sentencia de la, -mal- autodenominada, Manada. Pero ya lo habíamos vivido meses antes con el caso Weinstein que sacudió Hollywood y el mundo entero, poniendo sobre la mesa los abusos a los que son sometidas las trabajadoras del mundo del espectáculo (no solo actrices aunque sean las que tienen más capacidad de denuncia pública). Casualmente ellos son señores con un poder y un prestigio social (no olvidemos que entre los miembros de La Manada se encuentran un guardia civil y un militar) que ellas no tienen y por eso se las tacha de oportunistas sin llegar a profundizar en el problema.

Lo siento, yo no elegí a mi violador.

 

Autora: Mónica Serrano