Tampones, compresas, salvaslip, copa menstrual, sangrado libre… tan rica la variedad como gustos  podemos tener nosotras. Bueno, un gusto nunca es, pero ahí está. Una vida entera conviviendo con  estos elementos y tienen que venir los alemanes Andre Ritterwürden y Eugen Raimkulow (he hecho copia pega de los nombres, claro que sí) a cambiarnos la vida de una forma revolucionaria. Ironic  mode on. 

Andre y Eugen. Dejé alemán en primero, pero creo que la traducción será Andrés y Eugenio. Ni  Andrea ni Eugenia. Dos hombres jugando a lo desconocido, dos hombres que la han cagado con las  patas de atrás. 

Condeno la violencia y amenazas a las que dicen estar sometidos ellos, sus inversores y sus  familiares, por supuesto, pero no puedo dejar de echarme las manos a la cabeza con su infinita  torpeza. Andrés y Eugenio, señoros que jamás han tenido que pasar por la semana fatídica, se lían la  manta a la cabeza y crean los Pinky Gloves, o lo que es lo mismo, unos guantes rosas para que te los  pongas cuando te cambies el producto higiénico y lo utilices a su vez de envoltorio para deshacerte de  él en la papelera.

Por partes. Si me lo permitís, el invento me parece una chorrada como la copa de un pino. Un  guante rosa. Fin. Eso sí, a casi 12€ por 48 unidades. Juro por mi vida que en pandemia me compré una  caja con trescientos guantes rosas en el Mercadona y nada tenían que ver con esta gilipollez, ni en  utilidad ni en precio. ¿En serio se necesita tener inversores para esta solemne memez? Cuando ponga  en marcha alguna de las ideas que tengo yo en mente no sé qué voy a necesitar, las siete bolas de  dragón, porque no me jorobes…  

Vamos a suponer que está pensado con su mejor intención y que… No, deja de pensar en eso. Ya  han explicado que se les ocurrió la idea por la incomodidad que sintieron cuando se encontraron en la  papelera del baño el tampón de una compañera de oficina envuelto en papel higiénico. Ya ellos solitos  se han cubierto de gloria. Por mi mente no dejan de pasar las gotitas de pis que se encuentra una en un  baño mixto. 

Quizá, llámame loca, si hubiera entre las cabezas visibles del negocio una mujer, por aquello de  tener conocimientos de primera mano sobre lo que están tratando, se hubieran ahorrado lo que lleva  rezumando desde el principio, la indignación del mundo ante estos guantes ya catalogados como  machistas. Bajo el hashtag #pinkygate, Instagram se ha llenado de imágenes en protesta por este  ¿invento? Yo sigo cuestionando que eso se pueda clasificar como tal.

Pero al loro cantimploro, cuando te crees que nada puede ir peor, Andrés y Eugenio te sacan de tu  error. Los guantes son de plástico. ¿Qué más se os puede pedir, almas de cántaro? 

Ay madre mía… Nueve meses viviendo entre ese estigmatizado líquido y la que han liado porque  les molesta verlo en la papelera. Si es que siempre se ha dicho, rosa y rojo… puñetazo en el ojo. 

@loryzepam_