Estos últimos años se ha intentado normalizar el dar pecho en público y el hablar de qué es la lactancia, cómo se siente o cómo hacerlo. Pero decidme ¿vosotras visteis de pequeñas a mujeres lactar? Si es que sí contestad a esto ahora ¿a cuántas visteis?

Yo a dos. Mis tías. De refilón y con una incomodidad en el cuerpo incontrolable porque sentía que era un momento demasiado íntimo y entonces salía de la habitación. Porque no había la cultura que está emergiendo ahora de hacerlo en público (sin encerrarse) ni mucho menos se hablaba de ello a los más pequeños.

El que fuera un tema tabú nos ha llevado a tener que descubrir un mundo nuevo a salto de mata, con un recién nacido entre los brazos y mil consejos que no entiendes o no acaban de ser tan útiles como parece. Algunas pudisteis hacer un curso de lactancia antes o después del parto, pero yo fui ahí con lo puesto y pude sentir como cada vez me iba haciendo más pequeñita. Tampoco pude permitirme una asesora de lactancia y me pasé los seis primeros meses con los pezones en carne viva y untados de crema o bien con hojas de col como sujetador. Sumado al constante dolor en la espalda. Hasta que el niño no creció suficiente y yo por fin aprendí a base de ensayo-error, no lo hicimos bien. Aún hoy pillamos malas posturas y me acaba haciendo daño. Eso sin olvidar las fases de sueño, los mordiscos, la salida de los dientes y las fiebres, que hace que todo empeore por momentos.

Luché MUCHO mi lactancia y contra todo pronóstico lo conseguí. Me olvidé de los falsos ánimos de familia y amigos y tiré los comentarios de algunos profesionales a la basura. No necesitaba que me dijeran que las leches artificiales de hoy en día son geniales o escuchar frases como “Tú quédate sentada y MUY tranquila” (si, claro, rebosante paz interior tengo ahora mismo aquí yo con mi recién nacido berreando porque tiene hambre y no entiende que cojones pasa ni donde está ¿no se me nota?), “intenta que su barriga esté en dirección a la tuya así de ladito” (me habrá visto cara de gimnasta del Cirque Du Soleil supongo), “tiene que tener los labios en forma de pez” (espera, espera, ¿con forma de qué?), “utiliza un cojín” (¡tus cojones utilizaré!), “intenta abrirle la boca con el meñique o acaricia su mejilla haciéndole círculos”, “prueba la postura de pelota de rugby” (¿no, en serio, qué?), “tiene que agarrarse bien, ¿notas su lengua?” (pues no, noto DOLOR)… Etc, etc, etc.

Quería ese vínculo con mi hijo. La conexión perfecta. Sentir que lo había conseguido y que mi cuerpo era capaz de hacerlo. Saber que era una buena madre y que iba a hacerlo bien. Quería apoyo y que me acompañaran desde la empatía, no desde mi ignorancia. La Lactancia se lucha, se aprende, y se enseña.

Ni nacimos sabiendo ni nadie nos ha explicado como dar el pecho y supongo que para cada mujer y cada niño es un mundo distinto, lo que significa que probablemente lo que me sirvió a mi no le servirá a las demás y viceversa. Para mi vivir esta etapa de mi vida y compartirla con otras madres (ahora que mi hijo ha crecido y tengo mi tribu) ha hecho que me dé cuenta de cuán luchadoras somos. Del esfuerzo y sacrificio. De las noches sin dormir. Del orgullo que se siente al conseguirlo.

Moreiona