Por norma general tendemos a mirarnos mucho el ombligo y en esto de los feminismos no iba a ser menos. Somos europeas, ¿cómo vamos a dejar de protestar por nuestras cosis para hacer caso a lo que sucede fuera de nuestro contexto social? Lo de ejercer la empatía y practicar la sororidad con el resto de mujeres del planeta como que se nos olvida un poquito, pero están pasando cosas fundamentales en la lucha por la liberación de la mujer más allá de nuestras fronteras y nos parece importante hablar de ello.

Durante los últimos años y, en parte, gracias al impacto de las redes sociales, las mujeres musulmanas se están movilizando mucho. Una veces de la mano de las diferentes tendencias del feminismo islámico (que existe porque la realidad social nunca es en blanco y negro) y otras más influenciadas por las teorías y movimientos occidentales en torno a la lucha feminista, pero con un objetivo común: construir un mundo más igualitario.

Desde un país como Marruecos donde un 62’8% de sus ciudadanas declaran haber sido víctimas de algún tipo de violencia (6 de cada 10 -¡ojo!-, y teniendo en cuenta que a este porcentaje habría que sumarle las que no lo dicen por miedo o convicción religiosa es una locura), nos llegan noticias esperanzadoras: el pasado miércoles se aprobaba una ley contra «los actos de acoso sexual, agresión, explotación o maltrato a la mujer», impulsada por la Ministra de Solidaridad, Mujer, Familia y Desarrollo Social del gobierno marroquí, Bassima Hakkaoui. Se la conoce precisamente como la «Ley Hakkaoui» y plantea penas de hasta 900 euros de multa y 6 meses de cárcel y prohíbe también los matrimonios concertados (y forzosos), convirtiéndose en una de las normativas más avanzadas en materia de género en un contexto musulmán.

Evidentemente este texto legal está lejos de ser perfecto y tiene lagunas muy importantes. Por poner un par de ejemplos: no contempla los casos de violación dentro del matrimonio que reivindican las activistas marroquíes, ni propone una manera de actuación concreta de las autoridades en los casos de violencia machista (y esto nos suena un poquito, ¿verdad?). La propia ministra reconoce las imperfecciones de base que tiene esta ley y admite que harán falta enmiendas para intentar perfeccionarla este texto legal. Aún así y pese a las críticas de diferentes grupos activistas que la tachan de lavado de cara insuficiente (con razón), no deja de ser un paso fundamental en la construcción de un nuevo imaginario y abre un nuevo escenario de lucha en el que estas cuestiones pasan a formar parte de la esfera pública y de una denuncia social reconocida por los poderes políticos.

En mi opinión es fundamental conocer estas realidades intentando no juzgar la manera de hacer las cosas de sus protagonistas (y me refiero principalmente a las mujeres en lucha) porque cada escenario necesita un tipo de acciones que se adecúen a unas circunstancias concretas y el feminismo no es uno ni es monolítico. Lo que está claro es que las denuncias de igualdad son universales y no podemos permitirnos el lujo de silenciar a nuestras compañeras porque el feminismo debe ser interseccional y multicultural; todas estamos en el mismo barco y debemos apoyarnos las unas a las otras. De alguna manera estamos poniendo en jaque al sistema patriarcal, exigiendo la igualdad que nos ha sido negada y cimentando otra manera de hacer las cosas.

Las jóvenes musulmanas están a tope con sus reivindicaciones (no hay que olvidarse tampoco de las acciones que están llevando a cabo las iraníes e indias para conseguir determinados derechos) y es precioso ver como, poco a poco, van ganando protagonismo en la lucha por una sociedad más justa.