Me consideraba heterosexual pero creo que me he enamorado de una chica

 

Hace un par de semanas cambiaron la ubicación de la oficina donde trabajo y tuve que cambiar el trayecto que hacía para ir el trabajar. 

Todos los días cojo el mismo tren y en el mismo vagón y siempre me cruzo con la misma chica.

La primera vez que la vi sentí un poco de envidia sana, era preciosa, pelo moreno, clarita de piel y unos ojos azules que era imposible no mirarlos.  Con los días, me di cuenta que la miraba demasiado, no entendía que me pasaba, ¡será que no hay chicas guapas en el mundo! La observaba disimuladamente, siempre estaba leyendo un libro o escuchando música, nos sonreíamos y pensaba, esta chica tiene que ser súper agradable y simpática. 

 

Hasta que llegó un punto que sin darme cuenta, sentía que tenía ganas de que llegara el día siguiente, para subir a ese vagón y verla otra vez.  No comprendía que me pasaba, porque siempre he creído que era heterosexual, pero algo había ahí que me hacía pensar que no eran normales esas ganas de verla. 

 

¿Y si lo que estaba sintiendo era que me gustaba? Y en ese caso, ¿Cómo iba a saber si podía ser mutuo? Normalmente con los chicos soy más directa, pero en este caso, sentía que quizás la podía ofender si le decía algo.

 

El otro día, subí al tren como cada día y estaba con una bolsa de tela del colectivo LGBTIQ+, así que ahí pensé que seguramente no iba a molestarle si le decía algo, por lo que me armé de valor sin saber muy bien a donde iría todo eso y le dije:

 

   – Bonita bolsa, muy necesario dar visibilidad al colectivo LGBTIQ+.

Se quedó como sorprendida, no esperaba que le dijera nada. 

   – Así es, aún hay estigma con ser lesbiana o bisexual, pero aún peor suerte tienen otras personas, tengo amigos gais que han tenido problemas por la calle, hay que normalizar que todas las identidades de género y orientaciones sexuales son igual de válidas.

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   – Si, pienso exactamente igual, a ver si la sociedad va evolucionando. 

   – ¿Siempre subes a este tren?– Dijo cambiando de tema. 

   – Si, desde que cambiaron la ubicación de mi trabajo sí, ¿tú también, no?

   – Bueno, estoy haciendo un curso pero pronto lo terminaré. 

   – Vaya….- Dije sin pensar demasiado.  

   – ¿Oye, que te parece si nos damos el número y nos vemos una tarde?- Dijo sonriente. 

 

Me quedé callada unos segundos, estaba sucediendo, una chica me estaba pidiendo el número para quedar un día. Dudé unos segundos, porque no sabía que esperar ni si me iba a gustar estar con ella llegado el momento, pero la miré un segundo y lo tuve claro, necesitaba intentarlo. 

 

Nos dimos el número y estuvimos hablando y tonteando unos días hasta que llegó el gran día.  Quedamos en un bar de la zona por la noche y pedimos unos cócteles. 

Nos sentamos en una mesa al fondo del local, un poco apartadas del resto y empezamos a hablar de forma distendida. Llegó un momento en que se me quedó mirando y me dijo que iba guapísima a lo que le respondí que ella también, que era preciosa. 

 

Se acercó y me besó. Tenía unos labios carnosos y su beso me pareció mucho más dulce que todos los que me habían dado en mi vida. Olía a vainilla y fue como comerse un dulce. 

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Decidimos irnos de allí para evitar miradas indiscretas y fuimos a su casa. Entré que me temblaban las piernas, tenía dudas de si estaba preparada para dar ese paso.

 Me dio un vaso de agua y después se acercó a besarme, de manera instintiva, me separé. 

   – ¿Estás bien? ¿He hecho o dicho algo que te haya incomodado?

   – No, estoy bien, solo que es mi primera vez con una chica, nunca me había atraído ninguna y no sé si… 

Se quedó mirándome, me tapó la boca con la mano y me sonrió. 

   – Tranquila, haremos sólo lo que te haga sentir cómoda, ¿de acuerdo? Y si en algún momento no estás a gusto, dímelo y paramos. 

Asentí con la cabeza y la miré, era tan guapa y tan comprensiva, quizás otra chica le habría molestado que no se lo hubiera dicho antes, pero ella me entendió. 

 

Me cogió de la mano y fuimos a su habitación. Nos sentamos en el borde de la cama y me acarició el pelo e hice lo mismo. Nos besamos y la acerqué hacia mí cogiéndola por la cintura, tenía la piel muy suave. Le besé el cuello y acaricié por encima del sujetador sus pechos, eran pequeños pero turgentes. Fui bajando la mano por su abdomen hasta llegar a sus braguitas, estaba mojada, fue una sensación nueva para mí pero me gustó. Aparté su cabello del pecho, y ya sin sujetador y succioné suave los pezones. 

 

Se acercó a mí y sus besos fueron bajando por todo mi cuerpo, deteniéndose en los pechos y más tarde, en mi sexo. Bajó mis braguitas y acarició suavemente el clítoris con sus dedos, para posteriormente humedecerlo con su lengua.

 Sabía perfectamente lo que le gustaba a una chica, hundió sus dedos dentro de mí y me estremecí al notar que estaba tocando el punto G. Siguió hasta que no pude más y me corrí.

 

Me puse encima de ella y rozamos nuestros sexos.

Bajé la mano e introduje mis dedos dentro de ella, me encantó ver la cara de deseo que tenía, como se le erizaba la piel y se le ponían los pezones duros. 

Seguimos rozándonos, cada vez más empapadas hasta que se corrió.

 

Tenía prejuicios, pensaba que quizás me faltaría algo, pero comprobé que no es necesaria la penetración para que el sexo sea completo, lo que lo hace completo son las caricias, la atracción, la complicidad y disfrutar del momento.

 

Es una chica encantadora y quiero seguir conociéndola, es más, creo que me estoy empezando a enamorar de ella. 

 

Oaipa