Esta es mi historia y contándola solo busco un pequeño desahogo, y quizás sentir que no estoy sola. Que no soy la única pánfila a la que engañaron durante meses y que prefirió estar ciega hasta que la evidencia le quitó la venda.

Nuestra relación nunca fue perfecta, supongo que como todas, pero nos queríamos o eso creía yo.

Llevábamos 4 años juntos cuando empezaron las llamadas anónimas y los emails desde cuentas desconocidas. De un día para otro empecé a recibir mensajes que me alertaban de que mi pareja me estaba siendo infiel, aunque no daban muchos detalles.

Cuando me llegó el primer email no le di mucha credibilidad. Pensé que alguien se había equivocado y en realidad el mensaje iba para otra persona. Empecé a preocuparme cuando le siguió una llamada. La voz de una mujer que no reconocí me dijo: tienes que saberlo, tu pareja está con otra. Y colgaron.

Ahí sí que me quedé en shock. Si alguien estaba cachondeándose de mi, la verdad es que no tenía ninguna gracia.

Preferí olvidar esa primera ronda de alertas y seguí mi vida como si nada, sin decirle nada a mi chico. Me parecía materialmente imposible que me fuera infiel, si curraba todo el día y los findes los pasaba conmigo, ¿cuándo iba a verse con otra persona? Además, él no era de esos, no podría hacerme algo así…

Cuando llegaron los siguientes emails ya sí que sí me puse muy nerviosa, los imprimí y se los enseñé a mi pareja cuando llegó a casa.

Él se puso a llorar, pero lejos de reconocer lo que ponía en los correos, decía que alguien estaba intentando destruir nuestra relación y que a este paso lo iban a conseguir. Que jamás me haría algo así, que era una locura, que por favor no me creyese nada.

Aunque tampoco supo decirme quien podría querer boicotear nuestra relación.

Ante sus lágrimas le creí a ciegas, nunca le había visto llorar anteriormente y me impactó mucho.

Pero como imaginaréis, los correos no dejaban de llegar, y en los siguientes ya me ofrecían algunos datos más como que estaba con una chica más joven, rubia y que no era un polvo sin más, sino que tenían una relación.

Por fin me armé de valor y respondí a la dirección suplicando que si realmente estaban diciendo la verdad que me dieran los datos suficientes como para poder destapar la historia. Necesitaba verlo con mis propios ojos.

Para mi sorpresa, en un par de días me llegó un sms con unos datos muy concretos. Un día de la semana, una hora, un restaurante de un pueblo cercano.

No pone nada más, pero intuyo lo que es y me paso días inquieta, disimulando ante mi pareja y debatiéndome ante hacer caso omiso a lo que dice el mensaje, o presentarme y que sea lo que dios quiera. Finalmente me presenté.

Y lo que vi a estas alturas ya lo podéis intuir.

Han pasado ya casi dos años y escribirlo duele como el primer día. Ellos se miraban con deseo y se besaban como si nada más importase. Como si yo no existiera.

¿Cómo coño se asume eso cuando tú realmente creías que tu relación iba bien y juntos soñabais con una boda cercana y los nombres de vuestros hijos?

Cuando le dije que lo sabía, que les había visto, trató de dejarme de loca, que solo era una amiga, una compañera de trabajo, algo sin importancia. Llegados a ese punto no quise escuchar, le obligué a llevarse sus cosas y le bloqueé de todas partes. Nunca me pidió perdón, en realidad nunca asumió que estuviera siendo infiel o que tuviera una relación paralela. Pero la verdad es que nunca necesité un perdón que no sentía.

Cuando ves algo así con tus propios ojos ya no hay marcha atrás. Tan solo necesitas limpiar ese capítulo cuanto antes y tratar de sobrevivir a la falta de confianza que te sobreviene de golpe. Porque desde ese día ya no te fías ni de tu instinto, ni de tu sombra. Y eso amigas, eso es lo más jodido de todo.

 

Anónima

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