Cuando nació mi hijo mayor, yo entré en una depresión. Nadie te cuenta lo duro que es el postparto, tu vida cambia por completo, no duermes, comes a deshora, y tu cuerpo ya no es tu cuerpo. Me miraba en el espejo y me veía horrible, con unas ojeras que me llegaban al suelo, siempre despeinada y con una barriga colgona que no era mi barriguita de siempre.

 

Además, tener que estar pendiente de un mini ser las veinticuatro horas del día, me vino grande. Me agobié muchísimo, pensaba que lo hacía todo mal. Mi marido, que es la persona más empática del mundo y un hombre completamente capaz de ocuparse de su hijo, me animó a que me hiciera un viaje para desconectar.

Al principio me pareció una locura: dejar a mi bebé de 6 meses un fin de semana sin mí, sin su madre. Pero mi salud mental lo necesitaba, me estaba pidiendo a gritos hacer un break en mi recién estrenada maternidad, así que busqué un vuelo barato, lo más económico que encontré, y me fui a Paris.

Estuve viviendo una temporada en la capital francesa y aún tengo amigos que viven allí, hablé con una amiga y me planté un fin de semana en su casa. Salimos a pasear por la ciudad, comimos, bebimos, nos hicimos fotos y recordamos viejos tiempos.

Además, mi amiga, que es tan fan de Disney como yo, me propuso ir a Disneyland. Yo acepté encantada. El sábado a primera hora de la mañana, nos plantamos unos orejas de Minnie, sudaderas de Disney y nos fuimos al parque. No era mi primera vez, como os digo he vivido en Paris, así que había ido ya muchas veces, pero a mi niña interior le encantan las películas de Disney y jamás va a rechazar una visita a uno de los lugares más especiales de la tierra.

 

Nos lo estábamos pasando en grande, disfrutando como dos niñas pequeñas. Nos estábamos montando en muchas atracciones, nos hicimos una fotos con Stich y nos comimos una magdalena con forma de Mickey Mouse. Estaba siendo un día perfecto hasta que tuve la brillante idea de subir una fotos de las dos a Instagram y algunos Stories. La gente me empezó a escribir en masa:

“¡Oh! ¡Qué guay! Habéis ido con el peque a Disneyland”.

Y yo contestando: “No, el niño está en casa con su padre, me he venido yo con una amiga”.

Pues tuve de todo, algunos me decían que hacía bien, otros que cómo se me ocurría dejar a mi hijo solito (no estaba solo, estaba con su papá). Pero sin duda la frase que más me dolió fue “Yo no haría algo así, pero cada madre que haga lo que quiera con sus hijos”. ¿Se puede ser más hiriente?

Cuando volví a España y me iba encontrando a gente que me preguntaban por mi viaje, tuve que soportar muchas frases similares, caras juzgándome y se de buena mano que muchas “amigas” me llamaron, a mis espaldas, mala madre.

Que vale, que me fui de viaje dejando a mi hijo de 6 meses con mi marido, y para más inri me fui a Disneyland, el sueño mágico de todo niño. Que a priori parece algo que una madre “decente” no debería hacer. Pero yo estaba pasando una mala racha y necesitaba desconectar, volver a ser yo un poquito y no la mamá de. Y, aunque los mensajes de esa gente juzgándome me enturbiaron un poquito el día, no lograron amargarme mi viaje de desconexión, que, por cierto, me vino genial para volver a mi vida cotidiana con las pilas cargadas.

Ahora he vuelto a ser madre y he aprendido la lección. ¿Me he vuelto a ir de viaje sin mis hijos? Pues si, pero esta vez no he subido nada a redes sociales, así la gente no opinará sobre mi vida.