Llevaba meses esperando a este concierto. Habíamos conseguido juntarnos unas cuantas amigas, y teníamos todo el plan hecho. Concierto, cena, y fiesta. La verdad es que estamos en un momento en que la que no tiene hijas, está hasta el culo de curro, y la que no, las dos. Así que estábamos todas locas con el plan de Melendi. 

Quedamos antes del concierto, tomamos unas cervezas, y una colega dijo que tenía porros. Yo llevaba tiempo sin fumar, pero me pareció un buen momento para hacerlo y nos fumamos un par entre todas. Todo genial y estupendo, echamos muchísimas risas, la cola para entrar era kilométrica, pero fue de estas veces en que hasta eso se te hace ameno. Nos cantamos todo el repertorio de Melendi, movilizando a toda la cola para cantar también, la verdad es que hubo momentos mágicos. 

Solo habíamos conseguido entradas de grada, porque las de pista ya estaban agotadas para cuando quisimos comprarlas, y eso nos jodía un poco el plan, pero bueno, íbamos a disfrutarlo igual, y bailaríamos de pie, por mucho que nos gritara la gente de detrás, lo teníamos clarísimo. Todavía quedaba muchísimo rato para que empezara el concierto, y todo ese rato lo pasamos bebiendo y echando risas. 

De repente, para sorpresa de nadie, todo el mundo se estaba meando, así que tuvimos que hacer turnos, porque las entradas no eran numeradas y alguien se tenía que quedar todo el rato a guardar la fila de asientos. Primero unas, luego otras, y así durante igual dos horas y media en las que hasta tuvimos broncas con gente que nos decía que no se podían reservar (¿ni para ir al baño? ¿estamos locos?). En una de esas, me quedé sola vigilando, y de esto que te fijas a tu alrededor, me fije en una zona VIP, acordonada por supuesto, que estaba muy cerca de donde estábamos nosotras. Intentaba ver si había alguna persona famosilla, pero nada. Hasta que de repente, mis ojos divisaron la silueta exacta de Melendi ahí, en la zona VIP, charlando con otra gente. Claro, no he explicado nada, pero lo mío con Melendi es pura obsesión: lo adoro, me encanta y me ha encantado siempre, en todos sus discos, en la tele y en todos los lados. Como comprenderéis, yo no puedo tener a Melendi a unos metros y no abalanzarme sobre él. Pues allá que fui, dejando atrás nuestros asientos abandonados, como una loca, pero queriendo disimular un poco para que no se diera cuenta nadie y solo me hiciera caso a mí. 

Llegué hasta él y caí encima suya, prácticamente, a la vez que me enganchaba de su camisa y le decía “Melendi un selfie, un selfie Melendi”, y Melendi se giró, me agarró del hombro, y nos saqué un selfie. Seguí hablándole, probablemente a un volumen estridente, pero no sé si un colega suyo o alguien de seguridad lo cogió a él como por la espalda y se lo llevó. Me dio igual porque ya tenía el selfie, y mis amigas iban a flipar.

Cuando volví a los asientos, mis amigas ya estaban flipando porque se habían encontrado a otras personas ocupando nuestros sitios (a pesar de que había ropa nuestra esparcida, ¿eh?) y ahí andaban, discutiendo a muerte, y bueno, para cuando llegué yo ya las habían recuperado y los nuevos ocupantes se estaban yendo, pero claro, llevaban un cabreo conmigo enorme. Les pedí perdón mil veces, pero claro, les dije, “qué iba yo a hacer si se me presenta esta persona delante” (mientras les ponía la pantalla de mi móvil en la cara). Se quedaron mirando el móvil con cara de mierda, y va una y salta “¿pero quién es ese?”.

Os juro que pensaba que me estaban vacilando. Y cuando giré el móvil, y vi la cruda realidad, primero me llevé el gran chasco, pero luego casi me meo encima de la risa. No era Melendi, pero ni de coña, vaya. En fin, me quedé con un selfie con un extraño y una anécdota para el resto de mi vida.