Me he apuntado al casting de GH y no estoy loca. Ni siquiera estoy deseando convertirme en famosa ni influencer de nada. Yo solo quiero ir a Gran Hermano. Creo que quiero hacerlo desde mucho antes de tener edad para poder participar en un concurso televisivo. Desde que vi a Ismael e Iván hacer el idiota frente a la cámara del espejo del baño mientras se lavaban los dientes. Era apenas una niña cuando me partía de risa con las cancioncillas a tenor de aquel ‘¿Quién me pone la pierna encima para que no levante cabeza?’. Ha llovido mucho desde entonces y el mundo de los realities televisivos no ha parado de degenerar en estos años. A mí, como espectadora, me siguen gustando todos. Lo mismo me da La casa de tu vida, que Operación triunfo, Supervivientes o Granjero busca esposa. Me gustan los protagonizados por famosos y esos en los que solo hay participantes anónimos que pueden ser como tú y como yo.

Sin embargo, solo me planteo participar en Gran Hermano. O sea, no es que me lo plantee, es que lo deseo tanto, que por fin he reunido el valor de presentarme al casting. Voy a darlo todo en el proceso con todas mis ganas acumuladas, porque este es un sueño por cumplir. Y sé que es difícil, que hay muy pocas probabilidades de resultar elegida y de llegar a formar parte del seleccionado elenco de la próxima edición. Pero más difícil será si no lo intento. Así que voy a hacer lo posible por vivir la experiencia. Ojalá poder llegar a pisar esa casa que tanto he visto en la tele y en una edición que promete una vuelta a los orígenes. A esos que son los que verdaderamente me motivan. Cómo me gustaría poder vivir lo que vivieron los concursantes de los primeros GH, incluso el de Pepe Navarro.

Cuando la gente todavía no era muy consciente de las implicaciones de participar en un programa de telerrealidad. Cuando la vida en directo era más sencilla y mucho más real. Pese a que sé que estamos a años luz de eso, quiero vivirlo por mí misma. Hasta se podría decir que lo que pretendo es demostrarme que, al final, los participantes no pueden fingir las 24 horas del día. Y que al menos una parte de lo que vemos, dejando de lado la farsa o la manipulación inherentes al formato, es realidad pura y dura. Eso es lo que yo quiero. ¿Os imagináis que un día vengo a escribiros que lo conseguí? ¿Que soy una de esas mujeres que podíais ver lavándose los dientes ante las cámaras ocultas detrás de un espejo? Se me pone el vello de punta solo de imaginarlo.

 

Anónimo

 

 

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