Seguramente os haya pasado alguna vez que vais a un sitio a cenar o entráis en una tienda pensando que sus precios rondarán en algo medianamente normal y ¡sorpresa! De repente ponéis los ojos desorbitados al ver la etiqueta o el ticket. Excuse me? En mi caso, esa cara solo la he puesto en dos ocasiones. La primera vez que abrieron las tiendas de Desigual en España, cuyos precios no me esperaba para nada, y el día que me hice las mechas en una peluquería muy famosa de mi ciudad. Ese recibo aún me persigue.

No os confundáis, sabía que era cara y siempre pregunto antes de hacerme nada cuánto será la broma, pero claro, en las peluquerías pijas nunca te dicen 20€, 30€… NO. En este tipo de peluquerías te dicen que cada persona es diferente y depende del tiempo que le dediquen a tu cabello, los productos que te echen y bla bla bla. En fin, mierdas varias.

Les dije que, obviamente, si no me decían un estimado no voy a pagar nada. Así que me dijeron que más o menos me saldría por unos 70€, que era lo normal para unas mechas. Y decidí hacerlo.

La verdad es que la peluquería es una de las más famosas y más caras de mi ciudad con motivo. Te atienden muy bien, como en estas peluquerías que salen en las películas donde están únicamente por y para ti, te llevan bebida, te hacen sentir especial… y esas chorradas que al final a una acaban gustándole tanto.

Mientras me lavaban la cabeza me preguntaban si quería acondicionador, luego hidratante y etc. Yo sabía que esas cositas iban sumando pero la verdad, entre lo mala que soy con las matemáticas y que estaba super a gustito frotándome el pelo, no caí mentalmente en que iba a subir demasiado la cuenta.

Tres horas y media después para unas puñeteras mechas en la peluquería (sí, como leéis, tardaron exageradamente demasiado, eso sí que no lo entiendo) por fin terminaron. Ahora, preciosa como la que más, fue increíble el resultado. Las mechas perfectas por todo el cabello, pelo liso, ondulado como quería y super suave, me daba hasta placer tocarlo.

Y fui a pagar. “137€ por favor” me dice la recepcionista. Excuse me?? No no, lo mío eran unas mechas, le dije pensando que se habría equivocado de cliente. Y me repasa la cuenta: “Sí sí, mechas, más acondicionador, hidratante, mascarilla y peinado, 137€”.

No sé a vosotras pero a mi eso me dolió. No gano mucho dinero y que me quiten de la cuenta esa cantidad PARA UNAS PUÑETERAS MECHAS me dio hasta vergüenza. Al final tuve que pagar claro, pero me dije a mí misma que no volvería jamás a cometer un desperdicio así de dinero y os aseguro que no volví a hacerlo.

De hecho, no solo fui yo, sino que nadie más tuvo que pagar nada en esa peluquería porque quebró. Me enteré que apenas tenían clientela (obvio, es demasiado cara) y por ello, tuvieron que cerrar. Vamos a ver, si los dueños de ese negocio están leyendo esto: nenis, bajad los precios para el siguiente cojones.