Me pillaron cagando en una bolsa, no es clickbait chicas, es verdad como la vida misma y como que Gerard Butler existe.

Esto se remonta a algunas semanas atrás cuando aún no sabía que iba a sufrir o estaba sufriendo una gastroenteritis de caballo.
Me da la sensación de que el tema de las gastroenteritis va un poco por rachas. Llevas años sin saber de ella, un la tiene una amiga y en dos días todo tu código postal está cagándose vivo.

En mi caso, la mañana del día me pillaron cagando en una bolsa, no sabía que aquella misma tarde me iba a explotar el culo, pero así pasó chicas, así pasó.

Antes de volver a casa del trabajo, paré en Carrefour para hacer un par de compras. Cuando estaba en Carrefour, ya tenía muchas ganas de ir al baño pero bueno, lo típico, me aprieto el culo y espero a cagar a pantalón quitado en casa.

Porque, no es por nada pero ¿Qué hay más placentero que desnudarse entera para cagar? No sé, las croquetas y pocas cosas más.

Bueno, el caso es que decido aguantarme las ganas para sentarme en el trono con ganas. Me subo al coche con las compras y me pongo en marcha.

No me quedaban más que 5km a casa cuando me veo en una retención enorme. De estas retenciones a las que llegas de repente y no ves ni donde acaba.

Pasan dos canciones y las ganas empiezan a apretar violentamente. De verdad os digo que sentía que tenía la caca asomando el hocico, no podía apretar más el culo.

Y así fueron pasando las canciones hasta que me empezaron a dar sudores fríos.

Enserio, no sé explicaros la necesidad tan imperiosa que tenía de cagar, pero solo diré que yo miraba el reloj y cada segundo parecía un puto minuto. Y es que la sensación es tan urgente e instintiva que te empiezas a cuestionar dónde y cómo vas a deshacerte del paquete que llevas en el cuerpo.

Y así, de la manera más natural, me desvié a mano derecha, aparqué en el arcén y puse las luces de emergencia. Tiré al suelo del coche las cosas que había comprado y me quedé con la bolsa del Carrefour en la mano.

No es broma chicas, tenía tanto miedo de cagarme encima dentro del coche (sé que no sería la primera) y ese momento estaba tan cerca, que me apoyé contra el lateral mi coche dando la espalda al tráfico, me bajé los pantalones y empecé a cagar.

Sé que sin esas ganas imperiosas en el cuerpo esta historia parece de ciencia ficción, pero no os podéis imaginar lo jodida que estaba ya de la tripa.


Desde que me entró el primer apretón en Carrefour, sabía que el tema no venia sólido y por eso mismo me puse la bolsa de Carrefour entre las piernas y eché todo allí.
Agachada y con los pantalones por los tobillos no podía arriesgarme a mancharme los pantalones a hacer salpicones y esas barbaridades, así ni me lo pensé dos veces, me coloqué la bolsa y le di candela al asunto.

Según iba saciando las ganas de cagar, empezaba a ser más consciente de lo que estaba haciendo, pero la verdad es que necesitaba cagar chicas, no podía esperar más.

Mi sorpresa fue, cuando dos agentes aparecieron en la parte trasera de mi coche y me dijeron bien alto: “Por favor señora, vístase”

A ver, para empezar ¿Cómo que señora? ¡Que tengo 30 años!

Claro, al oír el grito, miré y allí estaban los dos, parados y mirándome. Por un momento me sentí como un perrillo al que sus dueños observan mientras planta su pino en el parque y déjame que te diga algo: dadles a los perrillos algo de intimidad que no sabéis lo violento que es estar en el otro lado de la moneda.

Bueno, al ver el panorama, dejo la bolsa rápido en una esquina, me subo los pantalones a toda prisa (sin haberme limpiado) y me acerco a ellos pidiéndoles mil disculpas. Les expliqué que tenía gastroenteritis que me encontraba fatal y todo el rollo. Pero vamos, que me pillaron cagando de pleno, ya te digo yo que sí.

Ellos me dijeron que estuviera tranquila pero que me incorporara y que en caso de parar de nuevo tenía que poner los triángulos y ponerme el chaleco.

Claro que si señoras, salgo toda apurada porque me cago viva y voy a ponerme el chaleco para que todo dios me vea a 100 metros de distancia. ¡Pues no!

En fin, que fueron majos, me pidieron que me llevara la bolsa conmigo y me dejaron marchar sin más consecuencias. Se me quedó un olor a mierda en el coche que aún no he podido quitar y tuve que limpiar mis pantalones intensamente.

Y así es como me pillaron cagando en una bolsa y cómo las familias o amigos de aquellos dos agentes se echarían unas risas del carajo comentando mi cagarruti de emergencia.

 

Anónimo

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