Hola, queridas chochos, aquí me tenéis de nuevo, el chico de las poesías navarricas, vuestro fiel admirador, el señor que se folló al Thor de Lavapiés, que se tiró a su profesor de biología y que se le va de las manos y come muchos penes.

Magnífico diario de batallitas el que se me está quedando aquí, de mayor publico libro, vamos.

Hoy no vengo a hablar de sexo, vengo a hablar de un tema que me gusta casi todavía más, mi segunda asignatura favorita de la vida, la subject que nunca se acaba, la conversación que une personas, la temática que aúna almas, el topic que todo el mundo tiene en su vida:

LA CACA

El otro día me cagué encima, literalmente, estando de fiesta. Sí, así, como lo leéis, sin tapujos, sin adornos, sin maquillaje. Me cagué. Me cagué y os lo cuento porque esta amistad que estamos forjando entre vosotras y yo me parece mágica y terapéutica. ¿Que cómo me cagué, os estáis preguntando? Pues hijas, muy sencillo, bebí calimotxo calentorro en las fiestas de un pueblo de Navarra, el cual no voy a nombrar porque enough información hay ya de mi vida por aquí y enseguida sacáis quién soy y prefiero continuar en el anonimato, que aún no sé cómo deal with la fama.

Pues eso, que eran las fiestas del pueblo de mi padre y a mí me encanta el folklore, las charangas y cogerme el pedo de mi vida con mi prima cada maldito año. No fallamos, acabamos los dos siempre en la más absoluta mierda -este año más que nunca, desde luego-.

Que estábamos en las casetas estas que montan donde hay música, barra para beber y esas cosas, nosotros ya veníamos mamados de la pradera, que nos hincamos una garrafa de calimotxo de cinco litros que preparamos en casa de la abuela a las cuatro de la tarde un mes de junio. O sea, que eso no estaba más calentorro porque España no es más grande. Claro, yo soy un hombre sensible, un hombre de estómago fino y culo exigente, qué pasó, pues que me entró cagalera, how not.

Qué asco me ha dado este gif siempre y cuánto me gusta a la                                           vez, él escatológico

Si es que yo me creo que no envejezco y con la tontería ya tengo una edad, no puedo ir ya por ahí bebiendo calimotxo de vino de brick preparado en una garrafa en casa de la abuela, cuando ya soy un buen señor de gintonic en terraza.

Pues el caso, que yo tenía un inminente pedo asomando por el orificio, de esto que dices, ‘Dios mío, o me tiro este pedo o me muero aquí mismo’. Y yo a eso le tengo miedo, que mi abuela de pequeño siempre me contaba que había un señor en el cementerio que tenía puesto en la lápida ‘por aguantarme un peo, aquí me veo’. Y claro, aunque esté mayor, tengo el alma joven y no quiero morir. Mi abuela es toda sabiduría y yo le hago caso siempre, así que nada de aguantarse los pedos.

Me salí fuera para no apestar a media caseta para pearme en paz y agusto y revolcarme yo solo en mi podredumbre. ¿Qué pasó? Pues lo que tenía que pasar, que el pedo no vino solo en estado gaseoso, el pedo vino en estado líquido, el pedo vino acompañado de un pastel con el que muchas vacas soñarían, el pedo era más bien un jodido vaso de leche con colacao, con cinco cucharadas por lo menos, pero con la leche bien calentita y MUCHOS grumitos.

Claro, el puto asco que yo me daba no está escrito en el firmamento y, por mucho que yo de fiesta sea, hay cosas con las que uno no puede vivir, así que me tuve que ir a casa de la abuela. No antes sin buscar a mi prima por toda la santa y puta caseta, porque nosotros somos así y salimos en las fiestas del pueblo sin móvil, para evitar hurtos innecesarios. ‘Prima, que me he cagado encima, que voy a casa de la amona, ahora vuelvo‘. Aún no sé por qué la muy perra me hizo repetírselo como siete veces, con cada cual se reía más que la anterior.

Pero nada, no creáis que la muy hija de mi tía se solidarizó y vino conmigo a vivir el drama, qué va, se quedó descojonada allí deseándome suerte no haciendo ruido en casa de la abuela. Pues uno como es bien de limpio, se fue a casa, se duchó, se lavó bien, tiró la ropa interior y los pantalones a la basura y se cambió de ropita.

Y vosotras diréis, ay, pues qué bien, con eso seguro que ya pudiste vivir tranquilo y en paz el resto de la noche. PUES MIRA NO, PORQUE UNO ES EL REY DEL DRAMA Y SE INVENTA COSAS Y CUANDO VA BORRACHO PUES MÁS TODAVÍA. 

Volví a la maldita caseta de los cojones y yo sentía que olía MAL, tenía la sensación de que todo yo desprendía olor a puta mierda y que todo mi jodido alrededor se alejaba de mi por mi hedor. Que eso era mentira porque olía a gel, champú y desodorante, sí. Que yo iba más ciego que el señor Topo, también. Yo de normal soy un loco del rabo, pues borracho más y si yo decía que el culo me olía a mierda, a mí el culo me olía a mierda y punto.

¿Qué hice? Buscar soluciones. Yo siempre llevo encima mi cacao de coco porque me gusta tener los labios gordos y húmedos 24/7, como si fuera yo una negra del bronx y conseguir que nadie pueda resistirse a mis labios jugosones. ¿Qué hice con el cacao? Restregármelo por el culo. Sí, así como lo leéis. Empecé a perfumarme el culo con cacao de coco en medio de una caseta mientras bailaba, creyéndome bien de disimulado.

Le dije a mi prima ‘tía, agáchate y huéleme el culo, que creo que apesto a mierda’. Ella puso cara de ‘sí, mi capitán, puede contar conmigo para esta misión’. La verdad que lo hizo súper bien, igual que cuando tú en la vida estás dándolo todo en medio de la discoteca, levantas el brazo y acercas tu nariz a la sobarda con disimulo para ver si te huele bien.

Pues ella igual, se agachó como si fuera  a coger algo al suelo y con arte y disimulo me olió todo el culo. Se puso a toser y a tener un ataque de risa a la vez, decía que me apestaba muchísimo el ano a coco, que qué cojones había hecho. Se lo conté y claro, en cuanto le vi la cara supe que esto me iba a perseguir hasta el fin de mis días y que, si ella se deshuevó tanto, seguro que vosotras también lo harías.

Así que nada, la fiesta siguió hasta las ocho de la mañana, twerking con olor  a coco cortesía de la casa.