Me tiré un pedo y como en más de una ocasión, fue en un lugar poco idóneo y de la peor manera posible.

Y es que, a veces, una se siente libre y tranquila para echarse un pedo. Pero la vida le recuerda que una es torpe hasta para eso.

Mi primer infortunio pedil fue cuando aún era bien pequeña. Muchas veces dicen «Ya apuntaba maneras» y yo te aseguro que en mi caso se ha cumplido. Porque debo ser de las personas menos oportunas cuando se refiere a echarse pedos.

Pasé toda mi infancia en Suiza, nací allí y me crie allí pero con 8 años mi familia se mudó a Bilbao y entonces nuestras vidas cambiaron por completo.

Mi primer desliz anal fue con 8 años nada más llegar a Bilbao y es que un domingo, me fui con toda mi familia a misa. Llevaba días intentando comunicarme con niños de mi edad pero mi castellano aún era terrible, no me entendían y me era muy complicado poder comunicarme.

Yo, desde mi barbarie y alma de persona asilvestrada, me tiré un pedo con plena normalidad y tranquilidad durante la misa.

Y como buena acústica de iglesia, el propio sonido del delito me señaló sin piedad. Mi madre me miró asustada y me tiró de la mano. Yo entonces la miré y le dije «No te preocupes mami ¿No ves que aquí no nos entienden?»

Desde entonces la capacidad que tengo para decidir donde y cuando echarme un pedo, ha quedado completamente atrofiada.

Y la barbarie transciende hasta el mes pasado, cuando me tiré un pedo épico en el baño turco de mi gym. ¿Cómo pasó? Te lo cuento.

Intento ir a clase de spinning 2 o 3 veces por semana y el premio que me doy por ir a hacer ejercicio es la sesión de jacuzzi y baño turco que me meto después. Créeme, sin el jacuzzi post-tortura, sería jodido ir a spinning.

El caso, que termino mi clase de spinning, me pongo mi bañador y me meto al jacuzzi. Desde el jacuzzi puedo ver la sala de baño turco y hace muchos minutos que no veo a nadie entrar ni salir. Estaba ya en plena gloria, pensando «Si estoy sola en el baño turco puedo tumbarme y subir las piernas»

Pasados los 15 minutos de jacuzzi, me levanto y me voy al baño turco.

Vale, el baño turco de mi gym es una sala muy alargada y estrecha y al tener tanto vapor, la verdad es que no puedes ver más allá de un 50cm de ti.

Entro, me siento al principio de la salita, subo los pies y procedo a tumbarme. Como buena imbécil que soy, aprieto y relajo las lumbares para que me haga ventosa contra el azulejo mientras me río. Estaba completamente relajada allí dentro, tumbada y sintiendo como los poros de todo mi cuerpo se limpiaban.

Y como en pleno momento de relajación total, me abrí un cachete del culo y me tiré un pedo. ¡Eh! ¡Qué pedo! Un pedo que se fue directo al mural de los grandes pedos épicos del siglo 21. Contundente, con fuerza, sonido grave, sin petardeo, sin ser largo pero tampoco corto. Un buen pedo.

Y entonces escucho al final del baño turco «¡Que puto asco!»

A mí se me abrieron los ojos de par en par y me incorporé. Al de pocos segundos de que todo el baño turco oliera a huevo podrido, salieron de allí corriendo 2 personas mientras hacían comentarios sobre de lo que había pasado.

Yo no sé si te has tirado un pedo en un baño turco o en una ducha con el agua muy caliente. El vapor de agua incrementa exponencialmente el olor y la intensidad de le sensación, sólo se podía respirar pedo allí dentro.

Tuve que esperar más de 10 minutos porque me daba auténtico terror que al salir aún siguieran por allí mis víctimas.

¿En qué puto momento se me ocurre chuscarme en el maldito baño turco? Es que no tengo límites, de verdad. Creo que tengo un problema.

Una vez que conseguí salir, me puse la toalla por encima y me cambié rápido. Al cruzar la recepción, vi a una señora de 60 años contándole lo que había pasado en el baño turco a la chica de recepción del gym.

¡Efectivamente! Mi vergüenza era tal que al día siguiente me di de baja en el gym.

Anónimo

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