Me traumatizan las consultas ginecológicas

Sí. Me traumatiza ir al ginecólogo. Con treinta años que tengo he dado con toda clase de sanitarios y, durante mucho tiempo, me hicieron creer que yo era una exagerada y que me tomaba demasiado a pecho las cosas. Con el tiempo, he ido compartiendo experiencias con otras mujeres y no ha habido una sola que no se haya sentido identificada. Me daba rabia pensar que yo fuera muy sensible o que tuviera alguna dolencia física no diagnosticada que propiciara tanta incomodidad. Ahora que sé que no soy la única no solo me da rabia. Sino que me aterra que tengamos tan normalizado que nos va a doler o que no nos van a tratar bien en la consulta.

El tema físico es un tanto relativo. Hay mujeres que sí que tienen alguna patología que hace dolorosas las exploraciones o cualquier tipo de prueba a la que te sometan, especialmente las citologías y las ecografías vaginales. Más allá de esas dolencias ―de las que nadie tiene la culpa― he vivido en mi propia piel la falta de tacto y la brusquedad a la hora de maniobrar por ahí abajo: introducir dedos sin avisarte, espéculos mal calibrados, meter el ecógrafo a lo bruto, olvidar el lubricante…

Como es lógico, cuando se han dado estas situaciones me he quejado, porque soy humana y una cosa es que el médico vaya con algo de prisa (ya sabemos lo saturada que está la sanidad) y otra cosa es que se le olvide que está tratando con un ser humano.

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Precisamente en estas situaciones ha entrado en juego el daño moral que, para mí, es incluso peor. Más de una vez, cuando he puesto cara de dolor y me he puesto tensa, me han preguntado abruptamente si era virgen o si tenía algún tipo de trauma. Sí, como quien te pregunta qué has comido o si está lloviendo. Delante de la enfermera y, en ocasiones, de médicos residentes. ¿Acaso es esa la manera de abordar un tema tan delicado? Hubo una vez que, al quejarme del espéculo (fue la vez que se es olvidó ponerle lubricante) oí a la residente y a la enfermera comentar bajito mientras la doctora me atendía que si me habrían violado. ¿¿Perdón?? Si fuera ese el caso, ¿os hacéis una idea del impacto que tiene para la paciente que los sanitarios que la atienden sean tan inconscientes?

La falta de delicadeza por parte del ginecólogo es aplicable a temas aún más controvertidos. Y es que desde que he traspasado la barrera de los 30 los ginecólogos dan por hecho que todas mis visitas giran entorno a la fertilidad y la maternidad. De hecho, en mi última revisión tuve que aguantar un interrogatorio sobre mi situación sentimental, si tenía pensado tener hijos en un plazo de dos o tres años, si quería que me hicieran un estudio de fertilidad, congelar óvulos… Todo eso sin yo pronunciarme ni tan si quiera un segundo en si quería o no ser madre.

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Parece mentira que a estas alturas sigan dando por sentado que todas las mujeres queremos tener hijos o que todas nuestras preocupaciones ginecológicas se centren en ello. Por no mencionar lo peliagudo que es soltarle eso a una paciente que no conoces y de la que no te consta ningún historial. ¿Y si esa mujer tiene problemas de fertilidad y le resulta doloroso abordar el tema en una mera revisión rutinaria? 

Y, por si fuera poco, todos los desajustes hormonales, los dolores menstruales y anomalías varias se solucionan, al parecer, recetando la píldora anticonceptiva. ¿Por qué? ¿Y si esa mujer sí quiere ser madre? ¿O si le da efectos secundarios que son peores que el supuesto remedio? (como fue mi caso). 

No es por nada, pero por muy buenos profesionales que tenga nuestro sistema sanitario. Muy buen ginecólogo si no hay empatía y humanidad en el trato, no sirve nada. A mí desde luego que no. 

 

Ele Mandarina