Bien, bien, bien. Si hay algo que los amantes de los gatos sabemos es que preferimos mil veces ser «loca de los gatos» que seguir alimentando las llamas de esas relaciones tormentosas y fracasadas. ¿Qué es mejor, un felino peludito que te recibe con ronroneos y te trae alegría, o un compañero humano que te trae más drama que una telenovela? Eso en el mejor de los casos, para ser honesta, (al menos en mi caso).

Claro, todos conocemos cómo son esas relaciones en las que uno arrastra a su pareja humana al veterinario más veces de las que va  él al gimnasio. Porque para ti tus amigos peludos son parte de ti y entonces haces comentarios como:

«Estaría bien si pasamos más tiempo juntos… ¡y también con mis 10 gatos!»

Esos comentarios no suelen sentar bien para la mayoría de la gente, para otros son como gigantes “red flag” aunque para nosotros (los amantes de los felinos) son como música celestial.

Imagínate pasar tus días al lado de esos mininos adorables en lugar de con alguien que te hace preguntarte si valió la pena pelear por ese último pedazo de pizza o por la película que ver, o porque tu suegra se empeña en tratar a tu pareja como un niño de dos años aunque ya tenga canas en los huevos. No hay comparación posible señoras. Comerías en paz, sin que nadie intentase robar tu comida o se enfadase por donde pasar el cumpleaños de la abuela.

Además, mientras todos están ocupados peleando y lidiando con mensajes de texto sin respuesta, nosotros estamos ahí, rodeados de nuestros gatitos que nos aman sin condiciones y con quienes podemos compartir tardes de maratón de Netflix sin tener que discutir sobre qué serie ver.

Y no podemos olvidar la liberación de estrés que nos ofrecen los gatos, el PEQUEÑO detalle de que acariciarlos reduce la presión arterial, a diferencia del estrés que genera esa persona que se enoja si no le respondes inmediatamente el Whatsapp, aunque ya le hayas contestado a los otros veinte mensajes. Los gatos simplemente están ahí, listos para aplacar tu ansiedad y darte esas cálidas vibraciones que no puedes obtener de ningún otro ser humano y que den tanta satisfacción.

Así que sí, ser «loca de los gatos» suena como la opción más que perfecta en comparación con la alternativa de seguir con relaciones amorosas fallidas. Prefiero aguantar maullidos y ronroneos que discusiones interminables. ¿Qué me importa si me llaman «loca de los gatos» cuando puedo ser feliz y plena con mis adorables y esponjositos compañeros?

Si tengo que elegir entre una relación que no funcione y ser «loca de los gatos», elijo la segunda opción sin importar lo que los demás digan.

Y recuerda, por mucho que digan que no, siempre hay espacio en tu corazón (y en tu sofá) para un gato más, o diez… ¡porque ser «loca de los gatos» es simplemente purrfecto!