Mi ex marido y yo quedamos en buenos términos después de divorciarnos, desde luego pasamos por todas las etapas del duelo propio que conlleva el final de un matrimonio (la ira, la negociación, la depresión y llegamos a la aceptación) porque una vez que nos acoplamos a nuestras nuevas vidas, nos dimos cuenta de que separarnos había sido la mejor de las decisiones y nos iba mucho mejor así (tanto como individuos, como de padres).

Nuestros hijos son pequeños aún, cinco y seis años, necesitábamos ayuda cuando estábamos juntos, y la necesitamos incluso más desde que estamos separados y cada uno anda en sus rollos nuevos (por mi parte me uní al pilates un par de días a la semana). 

El punto es que desde que nació nuestra primera hija, contratamos a Idoia, una doña de lo más amable que cuida a mis hijos como si fueran sus nietos y además a muy buen precio. Nuestro acuerdo de separación iba bien hasta que un par de semanas atrás, comenzó a insinuarme que podíamos prescindir de los servicios de Idoia, cosa con la que estoy completamente en desacuerdo.

En primer lugar, porque los niños entre semana están conmigo, y con él solo los findes, aun así, le pagamos entre ambos como hacíamos cuando estábamos juntos.

Me molestó y por supuesto me negué porque necesito a esa señora como el agua que consumo para vivir. Ese par de horas interdiarias que cuida a los niños son vitales para mi salud mental, pero la cosa se puso de verdad macabra cuando me entero de cual es el trasfondo del asunto, no es él quien quiere echarla, es su nueva pareja, y la razón es aún más jodida, ellos están ahorrando. Si, AHORRANDO.

Cuando llegó con su carita de cachorro que acaba de voltear el bote de basura, a decirme que tenia novia, os juro que hasta me alegré por él, había sido mi idea terminar la relación y me había pedido un par de segundas y terceras oportunidades, pero yo había decidido ser feliz y listo.

De pronto tiene nueva pareja y quiere prescindir de algo que hasta hace poco era muy necesario para ambos. Pues me niego, y ya me planté con toda la indignación que la situación amerita, y le dije que, si no piensa cancelar su parte del sueldo de Idoia, pues tiene él que hacerse cargo de los niños el tiempo que cubría ella.

Hasta ahí llegó con la tontería, y después de que escuchó la amenaza, cedió con un “vale, pero no se lo menciones a Valeria”. 

Vale, yo no pienso decir nada, ahora le deseo suerte con que no se les escape a los niños. y ya le advertí que ni se le ocurra decirles que le guarden el secreto.

Anónimo