Después de dos años de catecismo e imperdible misa dominical, mi hijo va a hacer la comunión. Reconozco que yo no quería, ni siquiera me lo había planteado. Pero el padre de la criatura sí y, cuando le preguntamos, el niño dijo que también. Así que allá que nos fuimos a la iglesia e iniciamos toda esta movida. Porque, la verdad, lo de las comuniones es una movida. Si te dejas llevar le montas a los chavales un evento que ni la boda de cualquier celebrity de moda. Por suerte en mi casa no estamos por esa labor.

Mi hijo va a hacer una comunión sencilla, aunque parece que será el único. He estado hablando con las madres de algunos compañeros que también la harán este año y menuda locura. Hay de todo y nada es sencillo ni barato ni medio normal, lo juro. En mi humilde opinión, lo de las comuniones se nos está yendo de las manos. Mucho.

Tenemos la masiva, que es la que tiene una lista de invitados que supera con creces la de invitados a mi propia boda (que no fueron pocos porque tenemos mucha familia y no queríamos renunciar a los amigos, todo sea dicho). Tenemos la que se celebra en una especie de granja. Los niños van a poder montar a caballo, practicar tiro con arco y comer debajo de una carpa de colores, sentados sobre alpacas de forraje. Está también la de la finca con hinchables y piscina. La que estará amenizada por un grupo infantil que canta, baila y entretiene a niños y mayores. Ah, y la que contará con un conocido tiktoker de esos que hacen chorradas que no entiendo cómo deja pegados a los chavales a la pantalla durante horas.

Y luego está la de mi nene: con la familia justita, los siete amigos que ha seleccionado y la comida en un restaurante del barrio, situado en frente de unas pistas deportivas a las que se irán a jugar en cuanto terminen de comer. Y con el campamento de verano de fútbol que ha pedido de regalo.

Porque esa es otra, ni viaje a Disney, ni Play 58 ni nada por el estilo. A algún campamento tenía que ir el mes que no tenemos vacaciones, qué suerte que le haga tanta ilusión ese y que tampoco sea mucho más caro que lo que ya teníamos previsto contratar. Ni siquiera hemos tenido que negarle nada, es lo que se ha pedido.

El chiquillo está feliz con su futuro regalo y con lo que se espera que sea la celebración de su primera comunión. Ahora mismo no quiere nada más que estar con sus amigos, sus primos y jugar al fútbol las veinticuatro horas del día, si es posible. Solo espero que sus expectativas no cambien ni se venga abajo cuando asista a los pedazo de eventos que tendrán los tres amigos que la harán antes que él. Pero, si eso ocurre, tampoco será la muerte de nadie. Que vaya tomando nota para la vida en general y ese aprendizaje que se llevará.

 

Anónimo

 

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