¿Qué puede pasar cuando se junta ser un cuñado y andar justo de dinero?

Pues… ¡tachán! Algo parecido a esta historia en la que mi marido acabó hundiendo el suelo del cuarto de baño por chapuzas

Aunque tengo que reconocer que parte de la culpa es mía por haber consentido semejante despropósito, pero quién me iba a decir a mí que la cosa acabaría saliéndose de madre por la incompetencia de mi querido esposo.

Llevábamos una época en la que las cosas no nos estaban yendo bien económicamente.  Íbamos más ajustados que nunca y nos apretábamos el cinturón con la mayor parte de los gastos.

El caso es que mi marido hacía muchas cosillas en casa y, en principio, no se le daba mal el bricolaje y esas cosas. El problema es que cada vez se estaba viniendo más arriba y se sentía capaz de asumir cualquier reto aunque estuviera totalmente fuera de su competencia.

 

 

Así que se dispuso a cambiar el suelo del cuarto de baño de la casa que habíamos comprado y estábamos arreglando para acabar habitando definitivamente cuando estuviese lista. Era una de las cosas que teníamos pendientes y que íbamos haciendo poco a poco, conforme la economía nos iba acompañando.

Aunque teníamos muchas ganas, tampoco había urgencia ya que, mientras tanto, vivíamos en una casa familiar que se nos había dejado hasta tener preparada la nuestra.

Yo, por algún tipo de intuición femenina, le propuse esperar.  Al fin y al cabo, no había prisa ni era algo de vida o muerte y mejor que lo hiciera un profesional cuando nos hubiésemos recuperado un poco de esa mala racha.

 

 

Pero él no consintió e incluso casi se ofendió ante ese mi comentario. Estaba deseando ponerse manos a la obra y demostrar que su talento y capacidad llegaba también hasta ese punto.

Así que, al final, accedí sin imaginar el desastre que iba a ocurrir a partir de entonces…

Elegimos el suelo nuevo y él, los fines de semana que era cuando tenía más tiempo libre, se dispuso a trabajar en cambiarlo.

Al principio, estaba muy contento y motivado, y empezó a trabajar con toda su ilusión.  Se había visto por encima alguna página web pero, según él, no necesitaba tanta instrucción pues eso era algo facilísimo que cualquier tío hecho y derecho sería capaz de hacer (y él no iba a ser menos machote, claro).

 

amiga novio machista

 

Poco a poco, el proceso fue cogiendo forma y el suelo se empezó a ver con su nuevo aspecto hasta que, poco después, ya que se lo había tomado muy en serio, terminó de poner el suelo nuevo y teníamos un cuarto de baño deslumbrante con un enlosado que nos encantaba…

Cuál fue mi sorpresa cuando, a los pocos días, volvimos a la casa nueva y cuando entré en el cuarto de baño, nada más pisar, mi pie se hundió y el suelo se vino abajo

Intenté moverme para salir de ahí y el otro pie también se clavó en el fondo del suelo. Cada losa sobre la que pisaba, cedía bajo mis pies con, además, una enorme dificultad para conseguir salir ya que llevaba tacones que se quedaban clavados en las hendiduras.

No me maté o, como mínimo, me torcí un tobillo, de milagro…

 

mujer enfadada
…Y no lo maté a él de milagro también…

 

Al escuchar el ruido y mis llamadas, mi marido llegó a la estancia y tuvo que ayudarme a salir de allí. Entonces, el personaje tuvo los santos cojones de decir que eso había ocurrido por un fallo en la calidad de los materiales y no por su falta de conocimiento.

Lo peor fue eso y no todo el tiempo perdido o incluso el dinero invertido para nada.

Ni el gasto extra en volver a comprar las baldosas y pagar a una persona que tuviera amueblada su cabeza como para realizar el trabajo.

Lo peor de todo es que aquí el señor nunca admitió su error y aún se estuvo quejando durante bastante tiempo de que el suelo se había caído por cualquier historia (cada versión era distinta y en cada una, el culpable era un factor diferente, pero nunca él, claro).

 

cuñado insufrible

 

Eso sí, a partir de ese momento, se le vio mucho más calmadito a la hora de hacer obras y cuando se dispuso a realizar alguna, lo vi empapándose bastante bien de buenos consejos y tutoriales de profesionales y de la formación adecuada para ello.

Y ¡qué casualidad! haciendo esto nunca le volvieron a fallar los “materiales”.

 

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