Mi madre nunca ha sido de llevar bolsos grandes, pero aun así se las apañaba para llevar de todo: pañuelos, toallitas, tiritas… hasta una chaqueta por si refrescaba, que ya me dirás tu dónde puede meterla en un bolso de 20×20… Pues lo hacía.

 Que tiemblen los contorsionistas con eso de meterse en sitios pequeños, que mi madre les da mil vueltas.

Su hija una vez crecidita no iba a ser menos, lo que pasa es que a mí sí que me gustan los bolsos XL.  La verdad es que no es que meta mucha cantidad de cosas en ellos, pero no sé, me gustan las cosas grandes en todos los aspectos. 

Le he cogido gusto a esa talla y todo. 

Lo bueno de no llevar el bolso muy lleno es que: uno, lo luzco cual diva y dos, no tardo una vida y media en encontrar lo que necesito. Lo que pasa es que una no contaba con carretar las cosas de otro. Pensaba que el complejo de Edipo era solo para los incestos entre familia, pero parece que las manías adquiridas con una madre permanecen. Y debe ser por eso que mi novio se piensa que tengo la maleta de Mary Poppins, que puedo meter un elefante dentro y que me va a pesar más o menos lo que pesa una pluma.

 Pues no, amor mío.

Antes mi bolso llevaba lo que cualquier veinteañera universitaria puede necesitar: pañuelos, algún bolígrafo, cartera, móvil, llaves, condones… Ahora llevo todo lo que a mi novio no le cabe en sus apretados (que más bien son pintados directamente en la piel) pantalones pitillos. ¿Qué le quedan estupendamente y mi vista lo goza mazo? Sí. ¿Qué le sirve de excusa para meterme en el bolso todo lo que coja por banda? También. 

Para qué llevar sus propios kleenex cuando está enfermo si ya estoy yo para ello, ¿Que el niño quiere agua? Tengo botellas de todos los tamaños. ¿Qué vamos a la compra y no quiere comprar las de plástico porque se le ha olvidado en casa la de tela y no quiere contaminar? Pues todo para el bolso; la leche, las patatas, el aceite… Vamos, que si lo sé, en el momento de empezar la relación me desapunto del gimnasio que por lo menos me ahorro un dinero. Pero bueno, qué podría esperar de un chico de 23 años que sigue viendo los dibujos y se piensa que yo soy su Doraemon y él es mi Nobita.

Ya podría ser él mi Richard Gere y yo su Pretty Woman. 

Conclusión, ahora llevo una bolsa de tela en el bolso para que cuando intente enchufarme algo en el mío se la doy.

Se le acabó el chollo.

 

Yoliconguito