Desastres cotidianos

Me levanto cada mañana asegurándome de que voy a estar divina, y de que todo va a ir fenomenal. Pensamientos positivos cada mañana para autoconvencerme de que el día irá sobre ruedas.

Me miro al espejo y todo parece en orden hasta que durante el día me sucede una de estas cosas o varias a la vez en cadena, ¿Os sentís identificadas?

  • Haberme puesto una prenda de ropa al revés y ver las etiquetas de lavado colgando por uno de los laterales, cuando levanto el brazo.
  • Pisar algún chicle o alguna porquería (con suerte no de perro) mientras voy andando por la calle.
  • Tener algo negro, verde o de cualquier color entre los dientes. Nadie me lo ha dicho y me lo veo al final del día en el espejo.
  • Ver algún agujero en el pantalón que no había visto cuando me lo he puesto.
  • Que haga su aparición estelar esa mancha de pasta de dientes que antes no habías visto (la cosa es aún mejor cuando llevas una prenda de color negro)/Aplicable a las manchas blancas de desodorante.
  • Que el maquillaje que me he puesto (da igual en qué parte de la cara) se haya esparcido por mi cara o se haya desintegrado.
  • Que la cremallera de la chaqueta o del bolso se quede atascada y no cierre.
  • Que se rompa la correa del bolso cuando lo llevas puesto.
  • Que se me caiga la bufanda al suelo, con suerte en un charco, cuando me la quito.
  • Perder un pendiente. Nunca se sabe cómo.

Aunque siempre tenemos esos días estrella en los que te vistes de viernes con ese vestido tan mono. Pero claro, eso no quiere decir que los desastres hayan desaparecido. Porque mi lema es: “cuando hay medias, hay desastre”:

  • Las medias que te has puesto y que combinan tan bien con el vestido, te vienen grandes, y te pegas el día haciendo movimientos raros para subírtelas delante de los compañeros de trabajo, y por la calle, cuando las notas bajando poco a poco y peligrosamente por debajo de la cintura.
  • Las medias que te has puesto acaban de crear un agujero perfecto en la entrepierna.
  • Las medias ya tenían un mini agujero que de repente parece un agujero negro espacial.

Me siento aliviada al pensar que al no ponerme tacones, no puede pasar nada más; hasta que veo mi suela del zapato despegada y colgando…

Y si todo esto parece poco, se pueden suceder una serie de acontecimientos que se añaden a los anteriores:

  • Que el autobús cierre las puertas y arranque justo cuando llego corriendo a la parada.
  • Que la máquina del metro se trague la tarjeta.
  • Que el único asiento libre del bus esté mojado.
  • Que al llegar a la oficina, el ordenador se quede en bucle haciendo actualizaciones.
  • Que al comer, te salte grasa o tomate a la camiseta y que aunque lo intentes con todos los súper métodos caseros, la mancha siga ahí todo el día.
  • Que llueva torrencialmente y que no lleves paraguas
  • Que lleves paraguas y se rompa justo al abrirlo.

Y como pequeñas catástrofes que son, cuando pasan, te entra un poco de mal humor pero también te entra la risa; y se convierte en la anécdota del día que contarle a tus amigas.

Otras veces, estás de tan buen humor, que ninguno de estos desastres te amarga porque a fin de cuentas, no ha sido un mal día…y aún se me puede caer encima la copa de vino.

Miriam Gonzalo