– Qué buena tarde se ha quedado para ir un rato al parque… ¿Verdad hijo?

– ¡Sí! Al de los columpios de dar vueltas.

– No, mejor al de los toboganes que tiene un bar al lado. (Para dar vueltas estoy yo…)

Y allí que nos vamos. La tarde pasa sin pena ni gloria cuando de repente una pregunta retumba en el aire:

“Y tú majete, ¿qué quieres ser de mayor? ¿Futbolista… Bombero…?”

Para empezar, qué manía tiene la gente de poner a los críos en situaciones que no les corresponden ¿no? Que los pobres te miran con cara de: “Pero qué me estás contando si yo lo único que quiero es comerme un moco y llenarme de barro”.

Y ahí me quedé, mirando al infinito, dándome cuenta de lo mal que lo hacemos, lanzándoles el mensaje de que solo existen futuros con carreras y dinero.

“Hijo, tú futbolista que ganan una pasta y no hacen nada. Además, es lo que a mí me habría gustado ser”.

“Banquero, que esos manejan que no veas, aunque llevo toda la vida llamándoles ladrones… pero eso da igual”.

“Arquitecto que eres muy listo, sabes contar hasta el 10 desde los 2 años “.

“Médico, que eso da mucho prestigio a la familia”.

Y así un largo etcétera de topicazos…

¿Os digo una cosa? Todos al cerrar la puerta de nuestras casas somos iguales. La fama y el poder se quedan fuera. Ya seas una de las Kardashian o una charcutera, al cerrar la puerta te aflojas el sujetador y te tiras al sofá diciendo:

“Buff, la primera vez que me siento en todo el día.” 

Y no sé vosotras, pero yo en mi día a día no necesito ni lujos, ni coches, ni botes de caviar de un kilo. Yo lo que necesito son… ¡ENCHUFES!

Sí. Enchufes. Porque cada noche me pongo a cargar que si la tablet, el móvil, el portátil de currar, el de ver las pelis, el cepillo de dientes, el reloj, los auriculares, la batería externa para el día siguiente, el satisfyer, la luz nocturna que se ha quedado off, la otra batería, el cepillo facial, el de las mascarillas, la batidora, la thermomix, el marcapasos de mi suegro… y un par de placas solares porque aquí no hay quien dé abasto.

Que si fuera Messi igual encontraba mesa en los restaurantes más exclusivos, pero después me tendría que lavar los dientes con cepillo manual.

Igual un arquitecto tendría un pisazo del copón, pero en su sala mega lujosa con televisión de 60 pulgadas se quedaría con la peli a medio ver.

Y el médico me sabría diagnosticar un infarto aun teniendo el pulsómetro descargado pero si no me queda un enchufe libre para poner el desfibrilador ¿de qué me sirve?

Nada chicas. Yo lo tengo claro:

“Ni banquero, ni futbolista, pon en tu vida un electricista”.

(Además, si al final el satisfyer se te queda sin batería ¿Quién te va a “enchufar” mejor que un electricista nena?)

MARTA TOLEDO.