Cuando dejé al que fue mi pareja durante muchísimos años, no sé si por la falta de costumbre o por qué, se me daba fatal distinguir cuando querían ligar conmigo. Siempre pensaba que los chicos se me acercaban para charlar, porque es verdad que suelo ser simpática, bebo y bailo y, en definitiva, pueden pasar un rato divertido.

Cada vez que un chico se me acercaba, mis amigas se reían, cuchicheaban y me daban codazos lo más disimulados posibles, pero yo, tan convencida, nunca me daba cuenta a no ser que los mensajes fuesen excesivamente directos.

Una Nochevieja coincidimos con un chico extranjero que llevaba un tiempo viviendo en el pueblo pero al que yo personalmente nunca había tratado, solo lo conocía de haberle ayudado a presentar un par de documentos vía online cuando trabajaba de administrativa.

Nos pasamos toda la noche charlando de la vida, de la sociedad, del comportamiento humano…me estaba pareciendo la mar de interesante y, cubatas de por medio, os prometo que comencé a darme cuenta de que ahora sí: estaba intentando ligar conmigo. De una forma quizá demasiado ¿filosófica? Pero eso era ligar.

Mis sospechas se confirmaron cuando me dijo: “yo quiero conocerte más, me gusta mucho tu ideología”. ¡Qué guay, no! Alguien que para ligar no te dice lo bonitos que tienes los ojos o lo guapa que eres o qué vestido más bonito llevas sino que destaca tu ideología.

Seguíamos charlando y bebiendo y en una de estas me escabullí al baño con mi amiga para contarle lo que estaba pasando. “No sé, tía. Tiene pareja desde hace tiempo y es un tío bastante respetuoso…¿no te estarás equivocando?” La respuesta de mi amiga me dejó con la mosca detrás de la oreja pero, cuando volvimos a la fiesta, el chico vino de nuevo a buscarme.

Me invitó a una copa, bailamos y volvió  a repetirme que le encantaba cómo pensaba, cómo me comportaba con los demás y cómo concebía la vida. De repente me dijo: “Creo que tú y yo, deberíamos hacer algo juntos” ¿VES? ¡NO ME EQUIVOCABA! 

O sí… porque a continuación añadió que aunque llevaba poco tiempo en el pueblo veía que era un sitio con mucho potencial, con gente muy entregada y que estaba pensando montar un partido político. Que por qué no me unía y, que al ser nacida en el pueblo, igual era mejor presentarme a mí de cabeza de lista para ser alcaldesa…

¡que no estaba ligando! ¡que me estaba proponiendo presentarnos juntos a las elecciones!

Me dio un ataque de risa, aclaramos el malentendido y seguimos charlando el resto de la noche de qué nombre le pondríamos al hipotético partido, de donde vendría la financiación… Nunca pasó (ni pasará) pero ahora, siempre que vuelvo al pueblo, bebemos, bailamos y charlamos de lo mucho que nos gusta nuestra ideología.

 

Orquídea