¿Te imaginas tener todo aquello que deseas?

El videojuego más nuevo con los gráficos más definidos (no como el de “Tomb Raider” que tenía yo allá por el ‘98) cuando eres un niño;
La ropa de la marca de moda, que pasará de ella en dos meses, cuando eres adolescente;
Ese móvil de última generación, que cuesta más de lo que ganas al mes;
El coche que llevas deseando desde que te sacaste el carné de conducir, aunque en cuanto lo tengas saldrá uno mejor;
La casa con piscina con forma de playa de tus sueños;
Ese viaje paradisíaco que no pudiste permitirte en tu luna de miel;

Ese grupo de amigos que crees que cuanto más grande sea menor será tu soledad;
Ese amor al que le otorgas la responsabilidad de hacerte sentir lo valiosa que tú misma deberías hacerte sentir;
Ese empleo que llevas toda la vida intentando conseguir, aún sin saber si te hará feliz.

Si todos obtuviéramos lo que ansiamos, seríamos todos mucho más felices.
Todo sería más fácil.
Posiblemente toda la población mundial sería rica.
Y no habría pobreza, ni infelicidad.
¿Verdad?.

No. Claro que no.

Personalmente, opino que si todos tuviéramos un genio de la lámpara al que pedir deseos y nos los concediera todos, seríamos unos miserables.

Desde que nacemos ansiamos cosas que no tenemos. Creyendo que poseerlas nos hará más felices.
Hasta que las conseguimos, y la sensación de deseo cambia a costumbre y con ello dejamos de valorarlas.

El videojuego más nuevo con gráficos inigualables te aburre cuando juegas con él unas cuantas veces;
La ropa de la marca de moda, efectivamente dejó de estarlo y ya quieres otra nueva;
El móvil de última generación, quedó obsoleto en menos de un año y con ello tu gusto por él;
El coche que llevas deseando desde que te sacaste el carné te lleva igual de bien de un sitio a otro como lo hacía tu viejo Ford Escort;
La casa con piscina con forma de playa es como una isla desierta vacía de placer sin tener con quien compartirla;
Ese viaje paradisíaco resultó ser mejor en tu imaginación, y por increíble que parezca valoras más tus vacaciones anuales al pueblo con toda la familia.

Ese grupo de amigos que crees que cuanto más grande sea menor será tu soledad, hizo que descubrieras que puedes estar totalmente sola en medio de un montón de gente.
Ese amor al que le otorgaste la responsabilidad de hacerte sentir lo valiosa que tú misma deberías hacerte sentir, cargó con un peso sobre sus hombros que no pudo soportar;
Ese empleo que llevas toda la vida intentando conseguir aún sin saber si te hará feliz, resultó no hacerlo, pero la búsqueda te enseñó tu vocación real.

Queremos todo aquello que no tenemos, aquello que no conocemos.
Hasta que se hace real, hasta que lo poseemos, y todas las virtudes que teníamos sobrevaloradas dejan de ser tan veneradas.
Te acostumbras, ya no existe el ansia de logro, se normaliza, desaparece la sensación de euforia por el éxito y aparece un nuevo objetivo que desear.

Siempre deseamos “más”. Tendemos a creer que más es mejor.

Siempre guardo citas de libros, series o películas que me gustan. Y hoy tengo que compartir una de “Anatomía de Grey” que no puede dejar de resonar en mi cabeza mientras escribo este texto:

“Tengo una tía que cuando te sirve cualquier cosa te dice: “dime cuando”.
Mi tía decía “dime cuándo” y nosotros no lo decíamos.
No “decíamos cuándo” porque siempre existe la posibilidad de que haya más.
Más tequila, más amor, más de lo que sea. Más es mejor.
Hay mucho que decir sobre el vaso medio lleno, sobre saber “decir cuándo”.
Creo que es una línea borrosa, un barómetro de necesidad y deseo;
depende por completo del individuo y depende de lo que te estén sirviendo.
A veces solo queremos probarlo, otras veces no hay suficiente, el vaso no tiene fondo y lo único que queremos es más.”

Pero a veces querer «más» en el vaso medio lleno, no saber dónde está el límite de su capacidad, querer «más» y «más» y «más», solo te traerá una resaca con taquicardias y mucha sed. Esa sed que te recuerda lo bien que estabas antes de querer «más».

Quizás debamos parar y pensar, qué es lo que inspira a tu corazón a latir fuerte. Empezar a valorar las cosas básicas y esenciales de la vida.

No podemos controlar todo lo que nos sucede.
Te decepcionarás, por tu actos, por los de los demás, por los del cosmos.
Y todo es parte de la vida.

No siempre conseguirás todo lo que deseas, las cosas no siempre saldrán como quieres. No puedes controlar el tiempo, no puedes obligar a alguien a que te ame, no puedes evitar el fracaso.
Hoy tengo otra cita que regalaros, de esas que guardo  y que encierran grandes mensajes: «A veces encontramos nuestro destino en el camino que tomamos para evitarlo» («Kung Fu Panda». Sí, hay películas «para niños» que nos enseñan cosas maravillosas más allá de que la princesa debe ser rescatada por el príncipe, y ¡qué maravilla!»).

Tal vez, en la búsqueda de algo que deseas y no consigues, te encuentres con otro algo que mereció la pena. Cada experiencia, cada vivencia, cada fracaso, cada intento, aportará algo a tu historia, aunque no sea lo que en un principio buscabas.

Tus victorias definirán tu fuerza, pero la forma en la que lidias con las derrotas definirán tu carácter.

No vas a ver todos tus deseos concedidos, y tal vez eso haga que aprendas a apreciar las pequeñas cosas que consigues sin ser consciente.
Que a veces es mejor tener todo lo que se necesita y no todo lo que se desea.
Y tal vez eso sea suficiente.

Marta Freire @martafreirescribe