No soy fértil y siempre quise ser madre. Hay mujeres que no lo tienen claro y otras que simplemente no quieren ser madres.

Pero yo desde bien pequeña tenía claro que quería ser independiente, sentirme realizada con mi carrera profesional y formar una familia. No sabía como lo haría o si finalmente acabaría pasando, pero ha sido sin lugar a duda, una de mis mayores ilusiones y proyectos vitales.

Al de poco tiempo de casarnos, nuestro entorno esperaba una noticia de embarazo y no pasaba un mes sin que alguien nos preguntara “¿Qué? ¿Ya estáis embarazados?”

Cuando tomas la decisión de empezar a intentarlo, estás llena de ilusión y ganas. Mi chico y yo pasamos una época preciosa hasta que en el cuarto mes me volvió a bajar la regla. Entonces todo comenzó a teñirse ligeramente de ansiedad, el sexo pierde toda su magia y se convierte en algo rutinario por no hablar de que cada vez que me bajaba la regla sentíamos que estábamos fracasando.

A mi lado tengo una persona increíble que siempre sacaba el lado positivo de todo. Sé que si no hubiera sido con él, probablemente a día de hoy quizás hubiera perdido también a mi pareja, porque cuando pasas muchos meses en la montaña rusa en la que te montas cuando quieres quedarte embarazada pero no puedes, la pareja se resiente de una manera increíble.

Tanto a nuestros padres como a nuestro entorno le extrañaba que aún no hubiéramos podido quedarnos embarazados y cada vez que socializábamos me veía forzada a dar explicaciones. Además, cuando tú verbalizas que te está costando, muchas personas te dejan muy claro que lo que te está pasando no es normal, como si yo no lo supiera. Me ponían mil ejemplos “Pues mi prima se ha quedado al primer mes y yo al segundo” “No suele ser tan difícil como dices”.

Y no es por nada, pero tener la sensación de que todo el mundo se embaraza a la primera menos tú, te hace sentir que eres una mujer defectuosa, que no eres válida.

Pasó algo más de un año y entonces comenzamos a cuestionarnos que quizás necesitaríamos ayuda. Nos pusimos en manos de un especialista y entonces nos dijeron que mi reserva ovárica era muy baja y que las probabilidades de quedarme embarazada de manera natural eran prácticamente nulas.

Ni lo dudamos, mi chico y yo nos cogimos de la mano y nos lanzamos a la piscina, queríamos ser padres y no íbamos a dejar de intentarlo. Tanto sus padres como mis padres nos ayudaron económicamente, porque aunque no se hable de lo que cuesta tener un hijo con ayuda profesional, yo te puedo garantizar que si tu caso es complejo como lo fue el nuestro, puedes acabar con los ahorros de tu vida en menos de un año.

La presión de nuestro entorno estaba ahí, algunas personas sabían cual era nuestro proceso y dónde estábamos. Y aún las personas que sabían que habíamos pedido ayuda, no dejaban de preguntarnos cada mes.

Siempre he entendido que la gente se preocupe y quiera dar ánimos, pero esto era en lo único en lo que pensaba, era uno de los pocos temas de conversación que tenía con mi chico y lo único que quería era poder salir y hablar de otras cosas, pensar en otras cosas.

No era fértil y por eso me mediqué, me hormonaron y me sometí a todo tipo de pruebas e intervenciones. Después de 9 implantaciones fallidas, los médicos llegaron a la conclusión de que mis óvulos no maduraban correctamente. Existe un problema de maduración de óvulos y eso hace que la implantación no se dé con éxito.

Fue devastador, para mí, para mi chico y para nuestra pareja.

Pensamos en opciones paralelas como la adopción, o la donación de óvulos. Pero ya nos habíamos quedado sin dinero, sin ilusión y necesitábamos recuperar un espacio personal de calma y bienestar. Los últimos años han sido estresantes y decepcionantes. No queremos meternos de nuevo, en la rueda de otro ciclo más para sentir que nos aplastan y nos tambalean. Las ruedas siguen hacia delante mientras nosotros no tenemos la capacidad de entender cuales con las consecuencias para nuestro núcleo familiar.

Y después de más de 3 años de intentarlo y sufrir como nadie, aún tengo personas en mi entorno que me preguntan “¿Cuándo vais a tener un niño?”. Lo cual me parece surrealista. Al igual que las personas que nos recomiendan adoptar o investigar sobre la donación de óvulos.

Dejemos que cada cual cuente lo que desee contar y dejemos por favor de creer que tenemos la verdad absoluta y el remedio para todo.

No soy fértil y es muy doloroso pensar que tengo que renunciar a una de las ilusiones de mi vida. Por si fuera poco, hago que mi pareja también renuncia a la suya. Eso en sí, es suficientemente doloroso. No necesito que nadie cuestione mis ganas de ser madre cada vez que digo que lo hemos dejado de intentar.

Nadie sabe lo doloroso y devastador que es pensar que vas a tener un hijo 9 veces y que en menos de 15 días ese hijo se esfume y desaparezca. Sólo las parejas que hayan pasado por esto pueden entender la arena más fina sobre la que pisamos todos los días y lo delicada que está nuestra moral.

¿Por qué preguntamos constantemente acerca de un tema doloroso? ¿Por qué intentamos solucionar un problema ajeno? No nos damos cuenta de que en la mayoría de los casos, no podemos ni llegar a imaginar cómo se siente la otra persona.

Ojalá las personas de mi entorno hubieran tenido esa capacidad. Seguramente podría haber llevado este proceso de una manera más liviana. Podría haber salido de casa a disfrutar sin la ansiedad de tener que dar explicaciones. Sin llegar a casa sintiéndome una mujer defectuosa o que no lo está intentando lo suficiente.

El apoyo se traduce en tender una mano y decir “Si necesitas hablar o me necesitas, cuenta conmigo”. No se necesita nada más.

Anónimo

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