Recuerdo cuando conocí a Lola. Ella era una chica, en aquel momento, de unos 19 años. Era muy sociable y abierta, no tardó mucho en coger confianza con nuestro grupo. Iba en clase de Sofi y, como volvía a la ciudad tras muchos años fuera aún estaba ubicándose. Sofi y ella estaban sacando el graduado escolar por el nocturno, dos de los chicos de la pandilla estaban haciendo un ciclo de actividades deportivas y el resto estábamos en distintas carreras. Nos conocíamos de los inicios de la ESO y, a pesar de que cada uno tomó caminos muy diferentes, seguíamos siendo un grupo bastante unido.

Sofi, en petit comité, nos contó a algunas de las chicas que Lola era una chica muy maja, pero que había sufrido mucho y que necesitaba como agua de mayo encontrar un apoyo como el que solíamos ser nosotras. Aunque ella nos lo contaba como un gran secreto que no debía contar, pero que quería que tuviéramos algunas precauciones con ella, fue la propia Lola la que, en la primera noche de chicas nos contó toda la historia de su pasado.

Ella vivía en la misma ciudad que nosotras cuando era pequeña, pero tuvo una enfermedad en los huesos de las piernas y tuvo que estar ingresada en el hospital mucho tiempo siendo muy niña. Ella se acomplejó mucho cuando tuvo que volver al cole con aparatos ortopédicos y comenzar la primaria de nuevo con el alumnado que era de parvulitos cuando ella ingresó, así que la cambiaron de colegio. En este nuevo cole se enamoró del profe de matemáticas a los 11 años y, al parecer, él le decía que le correspondía, comenzando así un episodio muy turbio y espantoso de abuso infantil por parte del profe. Cuando confesó en casa que aquel señor de unos 40 años y ella eran pareja y las cosas que hacían en el baño en los recreos, forzada por la presión de una amiguita que le dijo que o confesaba o se lo contaba ella a algún adulto, los padres se volvieron locos y, al saber que ese maestro era muy popular y tenía cierto estatus en la ciudad, decidieron mudarse a un pueblo a 200 km de allí y no volver. Durante el tiempo en el pueblo, su padre empezó a beber, desesperado por la situación que su hija había vivido y, con el tiempo y el alcohol, acabó culpándola a ella de la desgracia familiar y le pegaba casi a diario con el beneplácito de su madre, que solo tenía ojos para su hermano menor.

Había vuelto a la ciudad con su madre y su hermano, pues su padre se había suicidado y sabían que el profe de matemáticas murió de cáncer años atrás, así que nada las ataba a aquel pueblo que tanta amargura le traía.

Todas lloramos con ella esa noche, no podíamos ni imaginarnos el sufrimiento que había tenido que pasar en su vida siendo tan joven y nos parecía super valiente la forma que tenía de hablar y de afrontar la vida.

Pasaron muchos años desde entonces . Las desgracias de Lola no habían cesado, pues el primer novio con el que se fue a vivir a las afueras le pegaba, con el segundo tuvo un aborto espontáneo de un embarazo planeado la depresión los llevó a la separación y ahora vivía de nuevo con su madre, que le daba muy mala vida, pues la culpaba incluso de haber matado a su nieto. En cada bache ahí estábamos todos, volcados con ella como si fuera de nuestra familia, a pesar de que, cada vez que tenía pareja desaparecía y no sabíamos de ella. Éramos conscientes de sus escasas herramientas emocionales y de que no sabía gestionar sus relaciones de pareja muy bien, así que nunca hubo un reproche por nuestra parte.

El año pasado, su madre enfermó. Ella nos dijo que tenía un cáncer muy agresivo y que posiblemente moriría pronto, pero que a ella le tocaba dar el callo y cuidarla, así que dejó el trabajo y se volcó con ella. Era curioso que, a pesar de estar en una situación tan difícil, siempre encontraba hueco para vernos, para salir a tomar algo los fines de semana… Decía que una hermana de su madre venía a veces a quedarse con ella, porque su otro hijo, a pesar de ser el mimado de su madre, nunca había movido un dedo por ella.

Su madre mejoró y, finalmente, se curó. Entonces empezó a reprocharle que tuviera que mantenerla sin trabajo y que era una vaga y un estorbo. Nosotros no podíamos más que alucinar y todos y cada uno de los de la pandilla le ofrecimos venirse a nuestras casas y no soportar aquel trato.

Pero, un giro de los acontecimientos nos llevó a saber algo que jamás hubiésemos creído. Pablo, el más guapo de nuestro grupo, llevaba dos años trabajando en una fábrica de madera que había a las afueras y allí había conocido a un montón de chicos con los que hacía muy buenas migas. Uno de ellos, Sergio, y él se habían vuelto inseparables, pero no habíamos tenido ocasión de conocerlo porque él siempre tenía “movidas familiares que atender”. Hace poco Sergio llamó a Pablo para pedirle ayuda. Su madre padecía una terrible depresión y le estaban pasando cosas horribles y necesitaba que alguien le ayudase a llevarla al hospital y a poner una denuncia, porque él estaba muy afectado y no tenía a quien más recurrir.

Su padre había muerto en un accidente laboral hacía mucho y su hermana era una viva la vida que ni trabajaba ni estudiaba y que se había vuelto a casa un año atrás, trayendo con ella todos los problemas que solía tener. Le contó que se habían tenido que ir de la ciudad hacía años porque su hermana había acusado falsamente a un profesor de abusar de sus compañeras. Su padre se había volcado con ella y había puesto una denuncia. Al parecer ella se había enamorado de él y, al no ser correspondida (como debería ser lógico siempre), se había inventado cómo lo había pillado tocando a una de sus amigas y cómo las espiaba en el baño.

La repudia social a la que se vio sometido su padre con los vecinos y amigos de toda la vida (personas cercanas al acusado) los llevaron a tener que irse lejos de allí un tiempo. En el pueblo fueron muy felices, pero poco después de la muerte de su padre, su hermana tuvo problemas con una vecina que había sido su mejor amiga hasta hacía poco. Le había contado a su amiga que su padre y ella se habían liado años atrás cuando aún era menor y la amiga, defendiendo a su padre a capa y espada, había contado por el pueblo que ella se les insinuaba a los hombres mayores del pueblo. Una vez en la ciudad, había dejado de dar problemas un tiempo. Mucha terapia y algo de medicación la tranquilizó un poco y tuvieron la fiesta en paz. Pero cuando empezó a salir con un amigo de él se temió lo peor y no se equivocó.

Al poco de vivir juntos su amigo le pidió ayuda para sacarla de su casa, pues pasaba el día rompiendo cosas y golpeándose con las paredes diciendo que lo iba a denunciar. Al poco tiempo se lio con un conocido delincuente y se quedó embarazada y cuando se lo contó a su madre y ésta se puso tan contenta porque confiaba en que la maternidad la llevase a saber priorizar, ella se había tirado por las escaleras delante de su madre para demostrarle que no necesitaba un hijo para estar bien. Su madre había caído en una depresión terrible, se culpaba de haber consentido tanto a su hija mayor. Como había sufrido tanto de pequeña con su problema en las piernas, siempre le habían dado demasiado margen. Empezaron muy tarde a tratarla y ahora no tenía escapatoria, estaba condenada a cuidar de su hija que la maltrataba, porque si se volvía a ir de casa no sabían de lo que sería capaz. Así que, la pobre mujer vivía con la angustia de que su hija siguiese arruinando vidas y decía que prefería que volcase toda su locura y maldad contra ella. La pobre señora no salía de casa, gastaba toda su pensión en dejarle a su hija comprar caprichos y darle dinero para salir y el pobre Sergio estaba todo el tiempo que podía con ella, porque delante de él, su hermana no se atrevía a molestar a su madre.

Supongo que, llegados a este punto, sabéis quien era la hermana de Sergio.

Pablo vino hace cosa de dos semanas a contarnos lo que había deducido de sus conversaciones con Sergio y su madre. Los acompañó al hospital y estuvo a su lado varios días mientras Sergio intentaba conseguir ayuda para proteger a su madre.

Es curioso que Lola en esos días nos dijese que su madre la había abofeteado y que ya era el colmo, así que quería salir de allí. Está en casa de Sofi, ella está muy asustada porque sabe la verdad y en breve tendremos que ponernos las pilas para buscar una solución mientras nos recuperamos del shock de saber que nuestra amiga de hace casi 20 años es en realidad una persona muy enferma y que nada de lo que nos contó nunca era cierto.

 

 

Escrito por Luna Purple, basado en la historia de una seguidora.

(La autora puede o no compartir las opiniones y decisiones que toman las protagonistas).
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