Mi novio y yo montamos una tienda hace cuatro años. Concretamente en enero de 2020. Supongo que sabéis cómo continúa la historia. Habíamos invertido todos nuestros ahorros en ese proyecto que nos hacía muchísima ilusión, pero tuvimos que cerrar durante el confinamiento antes de que nos conociera realmente nuestra potencial clientela.

Nosotros llevamos toda la vida trabajando por cuenta ajena y ahorrando lo que podíamos para, algún día, cumplir nuestro sueño y ahora estábamos viendo cómo naufragaba antes de zarpar.

En las videollamadas familiares que hacíamos cada pocos días, tanto mi familia como la suya nos animaban, nos intentaban arrojar esperanza y nos proponían alternativas y soluciones al cierre definitivo.

Al menos no teníamos deudas, pues todo lo invertido era capital que ya teníamos y no habíamos tenido que pedir nada. Pero si la tienda seguía generando pérdidas y sin hacer ningún ingreso, o cerrábamos o debíamos empezar a hablar con bancos para hacer lo que habíamos jurado que no haríamos: pedir un crédito. Nada nos aseguraba que pudiéramos pagarlo, no había nada más que pudiéramos invertir y no queríamos salir de la experiencia teniendo que trabajar, pero para pagar deudas. Pero entonces, la abuela de mi novio nos había ofrecido su ayuda. Cuando su tío nos habló de un amigo que se dedicaba al diseño de páginas web y que podíamos intentar empezar por ahí para remontar, que incluso podíamos abrir la tienda online antes de que nos dejasen salir, la abuela de mi novio dijo tener la solución. Todo sonaba maravillosamente, si no fuera la cantidad de pasta que teníamos que invertir. En la página, en el material de envío, en los propios envíos… Era un mercado que no habíamos estudiado en profundidad y que no conocíamos demasiado, aunque sí habíamos dicho de plantearlo a la larga si todo iba bien.

Entonces empezamos a plantearnos hacerlo… Era una manera de salvar nuestra tienda y salvarnos nosotros. Hablamos con el amigo del tío y nos hizo un presupuesto y nos explicó cómo funcionaría todo… Era un pastizal… Pero había que hacerlo. Empezamos a hablar con transportistas y empresas de reparto para ver cual nos convenía más y qué nos pedían. Estaban desbordados de trabajo, pero aceptaban nuevos clientes con los brazos abiertos (y las carteras también para que fuéramos dejando allí nuestro dinero).

Hablamos con una imprenta que hacía cajas para envío personalizadas. Hoy en día sabemos que el packaging es una parte muy importante para una empresa que haga envíos a domicilio, así que elegimos unas cajas y sobres con el logo de nuestra tienda. No nos animamos a hacer nada muy currado porque encarecería mucho los costes y por ahora no nos atrevimos.

En la siguiente videollamada familiar contamos lo que habíamos visto y les enseñamos las muestras que nos habían mandado. La abuela de mi novio nos dijo que le parecían mucho más originales y más útiles exactamente las que más nos gustaban a nosotros, pero era muy caras y no queríamos invertir tanto. Entonces nos dijo que no nos preocupásemos de nada, que ella nos iba a ayudar. Que arriesgásemos lo que necesitásemos para sacar adelante nuestra tienda online que ella, en cuanto se pudiera salir e ir al banco tranquilamente, nos ayudaría en todo.

Nos animó con la imprenta, con la web, con la empresa de envío que ofrecía mejor servicio… Nuestro banco, que ya nos había ofrecido crédito para abrir la tienda, estaba encantado de darnos un montón de dinero del que sacarían un montón de intereses después. Aunque nosotros estábamos tranquilos porque pronto la abuela nos los sacaría de encima y ella no nos cobraría comisión (posiblemente ni nos aceptase el dinero de vuelta, pero con eso yo no quería contar, pues tampoco pretendo que nadie me regale nada).

Cuando al fin pudimos ir a nuestra tienda y abrir con normalidad al público, las cosas no fueron del todo mal. La web iba lenta, pero iba funcionando, pero la tienda física era lo que realmente queríamos ver florecer. Dedicamos todo nuestro tiempo y nuestra energía en ofrecer eventos, rebajas y lo que fuera necesario para que la clientela se pasease por nuestros pasillos. Si no tuviéramos un crédito pendiente, sobreviviríamos perfectamente, pero las cuotas del préstamo nos ahogaban y, a finales de año, hicimos una visita a la abuela para hablar en privado con ella de cómo nos podía ayudar. Ella nos recibió como siempre, pero al sacar el tema del préstamo pasó un rato criticando a los bancos, luego a la gente que invierte lo que no tiene y luego nos vino a decir que era nuestro problema por meternos a algo que no podíamos afrontar. Yo no dije nada, no es mi familia, pero mi novio le reprochó que nos animase y ofreciese su ayuda, ella dijo que nos animó porque creía que podríamos hacerlo y que si no tuviéramos para comer nos ayudaría con algún tupper, pero que pagarnos esos gastos era un lujo que no iba a financiar.

Mi novio salió de allí muy ofendido, ella claramente nos había dicho “hacedlo, yo me encargo”, nosotros no se lo pedimos, pero ella insistió… Durante un tiempo dejamos de ir a verla como solíamos y ella tampoco hizo ningún esfuerzo por comunicarse con nosotros.

Pasó todo un año en que mantuvimos el contacto justo con la abuela que nos había dejado colgados. La siguiente navidad cenamos todos en casa del tío de mi novio, como la navidad anterior la habíamos pasado cada uno en su casa, teníamos muchas ganas de juntarnos con toda la familia a celebrar.

Yo llegué más tarde, pues a la empresa de limpieza donde estaba trabajando le daba igual la hora de la cena. La tienda daría frutos si no debiésemos tanto dinero. La web fue un fracaso, los envases de envío nos los comimos con patatas, el dinero de la web, de la imprenta, el contrato con la empresa de transpote… Había que seguir pagando todo sin que nos diese ningún beneficio, pero la tienda nos daba esperanza, aunque no dinero suficiente. Así que  mi novio estaba en la tienda todo el día y yo trabajaba en un super por las mañanas y en una empresa de limpieza por las tardes para poder pagar todo lo de la tienda y el piso, la comida, las facturas…

Entonces su tío preguntó si tan mal iban las cosas, si él sabía que la abuela nos había estado ayudando todo este tiempo, que si no sería mejor abandonar… Mi novio quiso pasar por alto el comentario y siguió con calma saludando a su familia. Su abuela lo abrazó como si lo hubiera visto el día anterior, le habló como si nada, pero cuando su primo preguntó por la tienda y la abuela contestó lo que le había costado (a ella) ayudarnos con la web (ella, que está forrada) él no pudo más y les contó a todos, con demasiado detalle, la conversación que habíamos tenido un año atrás donde ella nos había dejado con el culo al aire y por eso ahora estábamos los dos explotados, pues nos animó a pedir mucho y con cuotas altas, porque total lo pagaría ella en cuanto pudiese y solamente nos había ofrecido un tupper si tuviéramos hambre. Su tío no pareció sorprendido, más bien decepcionado. Parece que la abuela era muy de ofrecerse a todo, pero por lo que ella había dicho en las videollamadas y lo que le había contado a todos durante el año, creía que esta vez sí había ayudado de verdad. Ella se defendió diciendo que teníamos mucha prisa todos por heredar y se fue enfadada.

Unos meses después nos llegó una transferencia con el importe inicial del préstamo. Al parecer mi suegra y su hermano habían dado un ultimátum a la abuela, o nos ayudaba como había prometido que hacía o no volverían a hablarle. No podían permitir vernos explotados, trabajando 16 horas al día para pagar aquel crédito que ella nos animó a pedir.

No nos perdonó nunca haber tenido que aflojar la cartera, siempre ha sido muy tacaña. Ahora al menos no presume de ayudar a nadie, simplemente se calla y aprieta los puños.

 

 

Escrito por Luna Purple, basado en una historia real.

 (La autora puede o no compartir las opiniones y decisiones que toman las protagonistas).

Si tienes una historia interesante y quieres que Luna Purple te la ponga bonita, mándala a [email protected] o a [email protected]